Familia Vicenciana

Contemplación: Al que menos amo

La repetida pregunta de Jesús a Pedro —«¿Me amas?»— tiene por objeto despertar en nosotros el convencimiento de que el amor a Dios se manifiesta a través de los hechos, especialmente en favor de los pobres, en quienes Cristo está verdaderamente presente. El amor a Dios y al prójimo son inseparables, y debemos responder a la llamada de Cristo no sólo con palabras, sino con obras.

Contemplación: No nuestra ayuda, sino nuestros corazones

La verdadera humildad reconoce que todo lo bueno viene de Dios, no de nuestras propias manos, y por lo tanto ni nos jactamos del éxito ni nos desesperamos por el fracaso, confiando en cambio en la voluntad y el momento de Dios. Nuestro papel no es atribuirnos el mérito ni controlar los resultados, sino servir con amor, paciencia y total confianza en la Divina Providencia.

El Carrito de la Misión Vicentina: Amor sobre ruedas en Juiz de Fora (Brasil)

Una inspiradora iniciativa de proximidad del Consejo Central de Santo Antônio de la Sociedad de San Vicente de Paúl en Brasil está acercando fe, alimentación y fraternidad a las personas en situación de calle.

Contemplación: Una unión perfecta

Visitar a los pobres en parejas, siguiendo el consejo de Cristo, favorece el mutuo apoyo, la caridad y una visión más honda. Esta práctica construye una verdadera amistad cristiana, uniendo a los vicentinos en espíritu y servicio al prójimo.

Contemplación: Sólo el Padre sabe lo que es mejor

Contemplación: Sólo el Padre sabe lo que es mejor

Estamos llamados a ayudar a los necesitados con compasión y humildad, reconociendo que sus dificultades provienen de circunstancias únicas que quizá nunca comprendamos completamente. En lugar de juzgarlos o condicionar nuestra ayuda a sus decisiones, debemos establecer relaciones basadas en la confianza, viendo a Cristo en ellos y amándolos como a nuestros hermanos y hermanas.

El fallecimiento de Santa Isabel Ana Seton

El fallecimiento de Santa Isabel Ana Seton

La Madre Seton, fundadora de las Hermanas de la Caridad de San José, falleció de tuberculosis el 4 de enero de 1821, a los 46 años, rodeada de sus hermanas, su hija Catherine y sus asesores espirituales en Emmitsburg. Admirada por su devoción y legado, dejó a su comunidad un llamado a la unidad y fidelidad, inspirando a cinco comunidades religiosas en Norteamérica, y fue canonizada en 1975.

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