Estamos llamados a ayudar a los necesitados con compasión y humildad, reconociendo que sus dificultades provienen de circunstancias únicas que quizá nunca comprendamos completamente. En lugar de juzgarlos o condicionar nuestra ayuda a sus decisiones, debemos establecer relaciones basadas en la confianza, viendo a Cristo en ellos y amándolos como a nuestros hermanos y hermanas.
