Trabajamos con personas maduras

por | Feb 5, 2022 | Benito Martínez, Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Al extenderse las misiones por los pueblos del campos san Vicente de Paúl se convenció de que los campesinos eran los más necesitados material y espiritualmente, los que estaban peor formados y hasta en peligro de condenación[1]. Y esta situación no era por falta de clero. La carrera sacerdotal era un medio económico de medrar. Era una de las “salidas” de muchos segundones. San Vicente fue uno de ellos y propuso el mismo medio de enriquecerse para uno de sus sobrinos en una carta a su madre el 17 de febrero de 1610 (I, 88s). La mayoría de estos eclesiásticos comenzaban y acababan de vicarios en pueblos labrado­res.  

El clero rural estaba peor formado que el clero urbano. Un hereje se lo echó en cara a san Vicente: “Se ve a los católicos del campo abandonados a pastores vicio­sos e ignorantes” (XI, 727). La solución era difícil ya que brotaba de la estructura social: la “propiedad” de los beneficios eclesiásticos por las familias nobles o burguesas que consideraban el estado eclesiástico como un medio de hacer fortuna y una solución para colocar a los segundones en una posición desahogada. De ahí que muchísimas parroquias rurales tenían el titular en la ciudad o a un niño, que puntualmente enviaban un agente a cobrar los frutos del beneficio. La cura de almas era frecuente que la llevara el vicario. También san Vicente puso un vicario en su parroquia de Clichy. Hasta 1629 la porción congrua de los vicarios era de 120 libras al año, menos de lo que cobraba un obrero[2], y para poder vivir pedían tasas hasta por confesar y dar la comunión o se dedicaban a trabajos ajenos a su ministerio. Su vida se asemejaba a la de cualquier labrador[3] y lo peor era que ni ellos mismos querían oír hablar de reforma. Cuando llegó san Vicente a Châtillon encontró seis eclesiás­ticos, cuya vida no tenía nada de sacerdotal (X, 52s). Es muy duro oírlo, pero san Juan Eudes aseguraba que algunos sacerdotes del campo hacían profesión de dedicarse a condenar las almas

Tres de­fectos afectaban al clero rural: la ignorancia, la embriaguez y la impureza. El obispo P. Camus dice en Le directeur spirituel désintéressé que “la ignorancia y la mala vida existen mucho más en el clero del campo que en el de la ciudad”. Viven con mujeres y con los hijos que han tenido, les hacen servir como clérigos en el altar, les casan y les dan dote, a pesar de prohibirlo un canon del concilio de Aix-­en-Provence (1525). Un obispo se desahogaba con san Vicente: “La pastoral en mi diócesis no tiene fruto por el gran número de sacerdotes ignorantes y viciosos que com­ponen mi clero, a los que no puedo corregir ni con palabras ni con ejemplos. Me causa horror pensar que en mi diócesis hay casi siete mil sacerdotes bo­rrachos o impúdicos que todos los días suben al altar sin pizca de vocación” (II, 358). Por ello, si, además de misionar los pueblos campesinos, se encargó de las Conferencias de los martes, de los Ordenandos, de los Seminarios y de poner la instrucción de los clérigos como uno de los fines de la Congregación de la Misión fue “para lograr que los sacerdotes estuvieran instruidos en las cosas necesarias a su condición, como es el saber decir la fórmula de la absolución, y las otras cosas absolutamente necesarias para el uso de los sacramentos” (XI, 95). Al final de su vida, añade otros motivos, como imitar a Jesucristo (XI, 321s, 381s, 700).

Las sociedades cambian con el tiempo. Los pobres, ciertamente, están en los escasos pueblos pequeños que aún existen en la España vaciada, pero la mayoría de los pobres nativos y extranjeros emigran a las ciudades donde las ayudas de las instituciones estatales y privadas son abundantes y están mejor organizadas. Estos son los lugares de nuestra labor misionera en la actualidad.

En el siglo XVII abundaban el clero y los religiosos hasta tener que prohibir el Concilio de Trento fundar nuevas congregaciones religiosas, pero autorizaba a los obispos a erigir cofradías de seglares en sus diócesis[4]. Vicente de Paúl y la señorita Le Gras intuyeron que era el momento de fundar algunas de estas cofradías. Tuvieron audacia para realizarlo, tenacidad para no abandonar y sagacidad para no enfrentarse a la Iglesia ni a las autoridades civiles[5]. Es lo que caracterizará igualmente al señor Bailly y a Federico Ozanam con seis compañeros dos siglos más tarde, al fundar la SSVP.

Los vicencianos del siglo XXI tenemos que trabajar con los seglares y para los seglares necesitamos audacia, tenacidad y sagacidad. ¿Las tenemos? Los hombres hechos y derechos nos necesitan y nos obligan a atenderlos en particular y en grupos. ¿Lo hacemos? Pero ¿para que adquieran o conserven las virtudes de los verdaderos católicos?

Benito Martínez., C.M.

Notas:

[1]XI. 95, 327, 387, 700…

[2] Jacques ELLUL, Histoire des Institutions, tome II, Paris, P.U.F. 1956, p. 505.

[3] B. PORCHNEV, Les soulèvements populaires en France au XVII siècle. Paris: Flamarion, 1972 p. 62.

[4] Concilio de Trento, sesión XXIII, cap. 8; Constitución Quicumque (1604) de Clemente VIII y Constitución Quae Salubriter (1616) de Pablo V.

[5] Ved p. 81-88 en la biografía de santa Luisa de Marillac, Benito MARTÍNEZ, Empeñada en un paraíso para los pobres, CEME, Salamanca, 1995.

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