Para mí, uno de los flagelos más grande que tiene la humanidad es el de la discriminación, siempre la he repudiado y pienso que es un gran pecado, porque se trata, de menospreciar a nuestros hermanos. Hace poco hice un libro sobre esto y exponía que una pareja tuvo que sufrir esta discriminación por cuatro países diferentes. El discriminar no solo es a una raza, sino a todas las razas costumbres, pueblos y países y buscamos pretextos para separar a ciertas personas por cualquier motivo. El cristiano debe decir NO a la discriminación y defender al hermano que está siendo discriminado. Es nuestra obligación y como un exponente de lo que hace sufrir a una persona, he escogido esta historia que no sé si fue verdad pero nos da una gran enseñanza.
En una oportunidad estaba un vendedor de globos o de bombas como le dicen en otros países, el cual iba con su mercancía en la mano y los tenía de todas formas y colores brillantes; pero tenía un problema: a pesar de ese gran colorido, apenas llamaba la atención de los niños y niñas que estaban en el parque y mucho menos de los padres que los acompañaban.
De repente como que se le iluminó el foquito de la imaginación y soltó un globo, el cual subió y subió a lo más alto del cielo.
Un niño que lo vio grito: “Mira mama un globo” Y cuando lo vieron los otros niños se fueron sumando al grupo para ver el ascenso de aquel globo.
El vendedor entonces, al ver aquella reacción, soltó dos globos juntos y todos comenzaron a rodearlo, para hacer que sus padres les compraran, de esos globos que subían y subían.
Naturalmente que el vendedor gasto algunos de sus globos, pero: consiguió que al acercarse la gente del parque y ver aquella variedad de globos radiantes los compraran para complacer a sus hijos. Muchos niños y niñas caminaban ya felices con sus globos por el parque; pero el vendedor observo a un niño que con lágrimas en los ojos miraba con tristeza a los globos que seguían subiendo. Entonces el vendedor le ofreció al niño un globo de varios y vivos colores.
El niño lo miró fijamente a los ojos y rehusó tomarlo.
No era un niño como los demás.
El vendedor le pregunto que porque no lo tomaba si él se lo estaba regalando y el niño con una voz suave le preguntó: “¿Usted cree que ese globo negro que tiene en el montón, podrá subir como los otros?”
El vendedor inmediatamente comprendió y le dijo: «Haz tu mismo la prueba. Suéltalo y veras como tu globo sube igual que todos los demás».
Con ansiedad el niño negrito soltó el globo y contempló con una sonrisa bien grande y saltando con alegría, como su globo negro ascendía velozmente, como los otros globos. Qué gran felicidad se irradiaba en su carita.
Entonces el sabio vendedor mirándolo de frente le dijo:
Mira pequeño, lo que hace subir al globo, no es la forma ni el color, SINO LO QUE TIENE DENTRO.
Por Víctor Martell
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