En la M de la medalla Milagrosa, está la historia de Jesús inseparable de su Madre; María sin duda no se puede entender sin Jesús, y por la confianza y la fe de la Virgen nos vino el Salvador del mundo.

En la M de la medalla Milagrosa, está la historia de Jesús inseparable de su Madre; María sin duda no se puede entender sin Jesús, y por la confianza y la fe de la Virgen nos vino el Salvador del mundo.
La obediencia a los designios de Dios y la entera humildad a su plan divino sobre nosotros, nos permite pisotear esa serpiente engreída que pretende hacernos revelar contra Dios.
El mundo nos desafía constantemente, las diferentes culturas, creencias, razas, lenguas, que conforman cada rincón de nuestro planeta, nos invita a responder con una misión siempre nueva y renovada.
El relato de las Bodas de Caná nos pone en sintonía con la esperanza del pueblo de Israel, que, como el maestresala, ansiaba beber el vino nuevo, el vino esperanzador de Jesús.
Que la Medalla Milagrosa, colgada en nuestro pecho, sea un aliciente para responder con amor y esperanza ante los desasosiegos que nos quieren paralizar.
María se presenta en medio de esa comunidad, como lo hizo en pentecostés, no para ser honrada sino para ser servidora, así como lo fue Jesús.
La M de María nos recuerda que, en el momento de cruz, Jesús estuvo acompañado por su madre y algunos discípulos y discípulas que se mantuvieron firmes ante la cruz.
Sólo adoptando la cruz, como lo hizo nuestro Señor, somos capaces de convertir esas realidades de muerte en signo de Resurrección. La cruz es para los cristianos la invitación gozosa a dar la vida por el Señor.
San Pablo nos invita, en su carta a los Romanos, a dejar el viejo hombre sepultado para resucitar como hombres nuevos a la luz de Cristo Resucitado.
Jesús nos invita en el Evangelio a ser luz para el mundo, una invitación para nuestros días, que como Iglesia tenemos que caminar muchas veces entre las tinieblas del mundo.
En la Medalla Milagrosa vemos el pie victorioso de la Virgen sometiendo a la culebra, es decir, la Virgen destruye y vence todo lo que es contrario al Reino de Dios.
En la Medalla Milagrosa no solo vemos a la Virgen María sino a la Iglesia, y así, como la Virgen desprende de sus manos los rayos, asimismo la Iglesia está llamada a obrar.