El 20 de enero de 1842, Alfonso de Ratisbona, banquero judío y ateo, presenció en esta basílica una aparición de la Santísima Virgen María.

El 20 de enero de 1842, Alfonso de Ratisbona, banquero judío y ateo, presenció en esta basílica una aparición de la Santísima Virgen María.
La Medalla es el signo de la libertad ideal del hombre y la mujer. Al ponerse de pie y pisar la serpiente, nos indica que debemos caminar con plena confianza en Dios, quien dirige y acompaña nuestros pasos y nos conduce a la auténtica liberación, lejos del dominio del pecado y de la cultura de la muerte.
En una sociedad donde reina el descarte y el olvido, debemos preocuparnos por buscar la felicidad y la seguridad de nuestros mayores. María, en la Medalla, nos recuerda que nadie es excluido y que todos somos llamados a formar la Iglesia como escuela del cuidado y de la ternura.
Hoy, en medio de tantas amenazas que buscan dañar, matar y hacer perder a los niños, es importante que como Iglesia oremos y velemos por la seguridad de los más frágiles de nuestra comunidad.
La Santísima Virgen María hizo un pedido especial a la joven Santa Catalina Labouré: quería un grupo de jóvenes que se consagraran a su especial cuidado, que formaran una comunidad para servir a los pobres y difundir el mensaje de la Medalla.
La Medalla Milagrosa fue un obsequio de la Santísima Virgen a la Iglesia en medio de la guerra, del conflicto y de la incertidumbre que se cernían sobre Francia a comienzos del siglo XIX. La medalla es una forma en que María le habla a una sociedad perdida en conflictos innecesarios.
María nos recuerda que ella y su familia fueron migrantes, y tuvieron que enfrentar el rechazo y la marginación. La Medalla es un signo de esperanza para los hombres y mujeres que se ven obligados a abandonar sus tierras por diversos factores y que deben enfrentar la xenofobia y el rechazo.
La Medalla Milagrosa es un signo sencillo, accesible a los humildes y sencillos de corazón de los que habla el Evangelio. Nos compromete a todos a cambiar nuestra forma de ser y a dejarnos formar por los valores de la casa de Nazaret, para ser instrumentos de caridad en medio de los empobrecidos del mundo.
La Medalla Milagrosa nos envía un mensaje urgente a las familias de hoy: necesitamos asumir con valentía el Evangelio y hacerlo realidad en nuestros hogares. Nadie puede permanecer indiferente ante el llamado de Jesús a crear espacios de solidaridad, respeto y cercanía.
Iniciamos este Camino de Esperanza con alegría, meditando día a día la Palabra de Dios y dejándonos encontrar por la Santísima Virgen María. A través de su santa Medalla, nos ha comunicado un gozo santo que renueva la esperanza para la Iglesia, a la cual ella acompaña con amor maternal.
Desde el pasado mes de noviembre, la basílica parroquia de la Milagrosa (García de Paredes, 45, Madrid, España) está celebrando un Año Jubilar mariano concedido por la Santa Sede con motivo del centenario del templo. En el marco del mismo, la imagen de la Virgen...
Catalina Labouré es una mujer muy humana, una santa cercana a nosotros. Su vida es al mismo tiempo extraordinariamente sencilla y extraordinariamente importante. Tiene una verdadera pasión por Dios, la Virgen, san Vicente y los pobres. Su personalidad fue...