Catalina Labouré es una mujer muy humana, una santa cercana a nosotros. Su vida es al mismo tiempo extraordinariamente...

Catalina Labouré es una mujer muy humana, una santa cercana a nosotros. Su vida es al mismo tiempo extraordinariamente...
La Medalla Milagrosa es la medalla del Adviento: ella contiene todo un mensaje cargado de esperanza. Aferrándonos a ella podremos caminar sin ningún temor por en medio de tantos conflictos.
En este octavo día estamos invitados a reconocer en la Medalla Milagrosa la invitación a la santidad, a renunciar a nuestra antigua condición de pecado y a caminar de la mano con Dios.
María como Madre de Jesús, experimenta y atestigua la grandeza de la existencia de su Hijo. Grandeza que tiene momentos de intensa alegría como lo fue su nacimiento, pero también de profundo dolor, como lo fue su muerte.
María nos señala a Jesús y constantemente nos invita a ponernos en disposición de escucha y reverencia ante Dios y sus designios.
María enseñó a reconocer a Dios en medio de la vida sencilla, a reconocer a Dios como Aquel que mira a todos, y de manera especial a los más sencillos.
La Medalla Milagrosa contiene los corazones de Jesús y de María, uno coronado de espinas y otro traspasado por una espada. El amor es capaz de vencerlo todo, por amor se puede todo.
María en el Evangelio de Lucas se nos presenta en constante movimiento, nunca vemos a la Virgen quieta o sedentaria.
La Medalla Milagrosa nos recuerda que María es la escogida de Dios, porque fue fiel y creyó en la Palabra de Dios.
El relato de las Bodas de Caná nos pone en sintonía con la esperanza del pueblo de Israel, que, como el maestresala, ansiaba beber el vino nuevo, el vino esperanzador de Jesús.
Que la Medalla Milagrosa, colgada en nuestro pecho, sea un aliciente para responder con amor y esperanza ante los desasosiegos que nos quieren paralizar.
María se presenta en medio de esa comunidad, como lo hizo en pentecostés, no para ser honrada sino para ser servidora, así como lo fue Jesús.