“A mi hijo lo respetarán”
Gen 37, 3-4. 12-13. 17-28; Sal 104; Mt 21, 33-46.
La narración, de la parábola de los viñadores va introduciendo al lector y oyente en un ambiente de Pascua, ya próxima, a tal grado que señala la acción del Padre –Propietario enviando a los servidores– Profetas, todos ellos asesinados o maltratados, a recoger la parte de la cosecha. Y solo encuentran ingratitud. Por último, envía a su propio Hijo.
Tal reflexión quiere llevarnos a meditar sobre la administración de lo que hemos recibido, para hacerlo crecer y entregar frutos a su tiempo. Esto es, administrar de manera adecuada nuestra vida, desde el cuidado de la salud –por medio de una buena alimentación, ejercicio físico– hasta el crecimiento espiritual, que nos permitan ir acompañando a la familia y todo lo que Dios ha tenido a bien ofrecernos. Por tanto, tenemos que dar cuenta de nuestra vida en relación con los demás. Todo iluminado por la persona de Cristo que es la piedra angular que sostiene nuestra existencia.
Dios nos ha regalado dones, carismas, cualidades que son nuestra riqueza, pero nos los da para que los pongamos al servicio de los demás; hay tanta gente que nos necesita, que espera de nosotros cercanía, atención, entrega, servicio, trabajo.
¿Qué haces de tu vida? ¿Por quién la vas gastando?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús de Luna C.M.
0 comentarios