“Jesús, conociendo sus intenciones…”
Gál 3, 7-14; Sal 110; Lc 11, 15-26.
¿Cuáles son nuestras más profundas intenciones detrás de nuestros comentarios, de nuestras miradas, de nuestras acciones? ¿Acaso buscamos poner a prueba a los demás o hacerles caer?
En muchas ocasiones, en la Biblia se narran escenas en las que Jesús se encuentra con diversas personas que intentan ponerle a prueba y le exigen signos; desde las tentaciones en el desierto hasta los retadores comentarios estando en la cruz.
Intentar hacer quedar mal a alguien es una muestra clara de no estar del lado de esa persona. Pretender que los otros se equivoquen es estar en su contra. Querer exhibir sus errores es una forma de atacarle. Hablar o pensar mal de alguien es reflejo de indiferencia y de distanciamiento.
Una recta intención impulsa a obrar en el amor que implica cuidar, proteger, unir, escuchar, comprender, acoger. En cambio, una malvada intención, por muy leve que sea, alimenta el odio, la división y la “cultura del descarte” (Papa Francisco).
Hoy y cada día… purifiquemos nuestras intenciones de tal manera que pensemos, hablemos y obremos con rectitud de corazón, buscando siempre el bien de los demás.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Pedro Alejandro Salazar Aranda
Es muy importante educar en los buenos sentimientos desde temprana edad. Los sentimientos inspiran pensamientos y los pensamientos mueven la voluntad. Un corazón noble forma personas que respetan, son sensibles a las realidades de los demás, corrigen fraternalmente, sirven al bien común. Siempre hay que recordar que el bien y el mal salen de la boca (el interior) de la persona.