“Alaben al Señor, todos los pueblos”
1Jn 2, 12-17; Sal 95; Lc 2, 36-40.
En continuidad con el texto del evangelio de ayer, encontramos también hoy a una mujer de edad avanzada, la profetisa Ana, una mujer de Dios que no se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.
En el ámbito de la Navidad, la fe y el testimonio de Ana es muy importante. Ella habla del Niño a todos y da gloria a Dios. Es una mujer sencilla, viuda desde hacía mucho tiempo, que nos da una gran lección de fidelidad y de amor.
Ana y Simeón tienen mucho en común. Ella, con paciencia, vio cumplida al fin su esperanza y premiado su constante servicio al Señor mediante ayunos y oraciones.
Que el testimonio y la sencillez de esta buena mujer nos entusiasme a servir a Dios y descubrirlo en lo pequeño y ordinario de nuestras vidas.
Que la vida de Ana, en el ambiente de Navidad, nos reanime a seguir las huellas de Jesús y reordenar la jerarquía de valores en nuestra vida, haciendo una clara opción por los más vulnerables de nuestro tiempo. Y como Jesús, vayamos cada día creciendo en sabiduría y en gracia delate de Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Vicentino de Tlalpan, Ciudad de México
0 comentarios