Los grandes personajes del siglo XVII no eran de familia pobre. Los pobres no tenían estudios ni categoría para fundar o establecer instituciones; dedicados al trabajo desde los 8 años, de mayores eran unos “cualquiera”. No estaban excluidos de la sociedad, pero, aunque Loyseau los pone dentro del Tercer Estado, los coloca en lo más bajo, seguidos de los vagabundos y mendigos, con una presencia nula en los Estados Generales de la Nación. De los 187 representantes del Tercer Estado que acudieron a los Estados Generales de 1614, 121 eran funcionarios reales, 30 abogados y los restantes comerciantes o maestros artesanos[1]. En teoría los únicos que quedaban excluidos eran los insociables-peligrosos o vagabundos sin techo (les sans-aveu), pero en la práctica todos los pobres, sin dinero para comprar un puesto de funcionario y alcanzar una nobleza de toga, estaban en peligro de convertirse en mendigos peligrosos para el orden público.
El pueblo bajo constituía las tres cuartas partes de franceses: campesinos dependientes, obreros, domésticos y sirvientes, y formaban el “Cuarto Estado”. “Son las viles criaturas que desempeñan las “viles tareas”, la hez del pueblo, como repiten las bellas almas que tienen título, dinero y poder[2]. Tienen residencia fija, aunque sea una chabola y están inscriptos en la lista de contribuyentes, aunque sea por unos céntimos, sin ello serían pordioseros. El obispo Juan Pedro Camus definía que “pobre es el que para vivir solo tiene su trabajo o su habilidad”[3]. Definición parecida a la que da Furetière: “Pobre es el que no tiene bienes suficientes para sustentar su vida o mantener su condición. En París hay una Oficina de pobres, un impuesto a los burgueses para pobres. Se pide en las parroquias para los pobres y se nombran Comisarios de los pobres para las Petites Maisons. Se ha construido un Hospital General para encerrar a los pobres y evitar que asesinen los que piden limosna, aunque son llamados miembros de Jesucristo. También hay pobres vergonzantes, familias que sufren necesidad sin atreverse a descubrirla”[4].
El sistema de clases ponía las estructuras sociales bajo la dirección de ricos y nobles, y consideraba parásitos a los que ni producen ni pagan impuestos ni apenas consumen, incapaces de cumplir sus obligaciones familiares y sociales. Generalmente viven segregados en viviendas y lugares concretos, marginados como las fieras. ¿No es eso el intento en algunos lugares de prohibir a los párrocos casar a ningún pobre antes de cumplir él los 24 o 25 años y ella los 17 o 18, pues estos pobres engendran nuevos pobres gravosos para los municipios?[5]
San Vicente de Paúl no era pobre. Pertenecía a lo que hoy llamamos clase media: médicos, abogados, comerciantes, como también pertenecían Jesús y los Apóstoles con suficiente instrucción para escribir las epístolas que nos han dejado. La madre de san Vicente pertenecía a una familia de burgueses de la que dependía el señorío de Peyroux[6] en Orthevielle, a unos 20 kilómetros al sur de Dax y a unos cinco del País vasco francés, con una serie de derechos sobre los habitantes y tierras del pueblo, como la justicia, la imposición de su horno, molino, lagar, por lo que recibía tributos y rentas, y se libraban de muchos impuestos. Aquí pasó de niño Vicente muchas temporadas, llevando a pastar el ganado por los alrededores del castillo de Mongaillard, y donde seguramente aprendió el euskera[7] e hizo los primeros estudios. Varios hermanos de Bertranda, la madre de san Vicente, eran abogados y funcionarios. Uno era abogado en Burdeos, otro, Juan de Moras, lo era en Dax. Este se había casado con Juana de Saint-Martín, emparentada con la familia Comet, protectora de san Vicente.
Los Moras además de burgueses eran funcionarios estatales con casa de veraneo en Puy. Fue allí donde conocieron a Juan de Paúl, padre del santo. Este era un labrador fuerte con bastantes hectáreas de labranza, bosque y ganado en Puy y en otras partes cercanas a Dax, como en el pueblo de Saint-Paul. Por eso se le consideró un partido conforme a la condición social de los Moras[8]. Tenía, además, un rebaño de ovejas y una piara de puercos, dos parejas de bueyes, por lo menos, pues si vendió una pareja para pagar los estudios de Vicente, le quedaría otra para cultivar las tierras[9], y hasta permitió que su hijo Vicente diera 30 sueldos de limosna a un pobre, el salario de tres días de un obrero especializado de entonces. Cuando, a los quince años, fue a estudiar al colegio de Dax, pasó de golpe tres cursos y en sólo dos años se preparó para estudiar teología, considerándosele con aptitud para ser preceptor de los hijos del juez Comet. Lo cual supone que de niño, aunque guardara el ganado, tuvo profesor particular en su casa o en las temporadas que pasaba en casa de sus abuelos maternos. Por el testamento que hizo pocos años después de fundar a los Paúles vemos que los bienes “paternales y maternales” heredados no eran pocos (X, 99s).
No se puede aplicar al campesino del suroeste francés la situación social y económica que los historiadores aplican a los campesinos del resto de Francia. El País Vasco, el Bearnés, Guyena y Gascuña eran Países de Estado con Parlamento, administración y tributación autónomos que habían creado un campesinado propietario de sus tierras sin que apenas hubiera arrendatarios. La familia de Paúl no era pobre, aunque sí pauperable, como todo campesino, en tiempos de guerra o malas cosechas[10]. Abelly cuenta que hacia 1650, debido a las revueltas de la Fronda de Burdeos los hermanos de san Vicente fueron despojados de todo por los soldados y para que volvieran a una situación parecida a la de años anteriores, Vicente les dio 1000 libras que le había dado el señor De Fresne para ellos, el sueldo de tres años de un vicario de parroquia o de siete años de un trabajador manual. Con ese dinero -dice Abelly- un familiar compró una pareja de bueyes, otro reedificó su casa, otro deshipotecó una pieza de tierra y otros compraron vestidos y aperos de labranza[11]. En su Testamento de 1630, después de haberles dejado en 1626 la parte que le tocaba de la herencia paterna, deja a sus hermanos lo que le quedaba: “una casa con bosque y tierra que mi cuñado había vendido y yo había rescatado el 21 de enero de 1627” (X, 100).
Al ser una familia de burgueses y campesinos pudientes, tenía influencia en el montaje social. Vicente de Paúl pertenecía a una familia capacitada para medrar en la escala social y eclesial sin contradecir a la santidad, pues era corriente que los segundones de familias pudientes entraran en la administración pública, en los conventos o en el estado clerical. Se ve en Saint-Cyran, Bérulle, Francisco de Sales, Arnauld, Marillac…
P. Benito Martínez, CM
Notas:
[1] Charles LOYSEAU Traité des Ordres, chap. VIII. «Tiers état» en Guy CABOURDIN / Georges VIARD, Lexique historique de la France d’Ancien Régime, Armand Colin, Paris 1978. Abel POITRINEAU, «Tiers état» en François BLUCHE (dir.), Dictionnaire du Grand Siècle, Fayard, Paris 1990.
[2] Pierre GOUBERT, El Antiguo Régimen. 1. La sociedad, Siglo XXI, Madrid 19803 p. 126s.
[3] Jean-Pierre CAMUS, Traité de la pauvreté évangélique, Besançon, 1634, p. 5.
[4] Antoine FURETIÈRE, Le Dictionnaire Universel, 1690, La Haye-Rotterdam; facsimile SNL, París 1978
[5] Jean-Pierre GUTTON, La société et les pauvres en Europe (XVIe-XVIIIe siècles) FUF, Paris, 1974 p.68s.
[6] Charles BLANC, “La parenté de Monsieur Vincent” en Bulletin de la Société de Borda, 1960, p. 116s.
[7]Hablaba picardo con quien era de Picardía, gascón con el de Guyena, vasco con un vasco (seguramente Saint-Cyran). Luis ABELLY, Vida del Venerable Siervo de Dios Vicente de Paúl, Fundador y primer Superior General de la Congregación de la Misión, CEME, Salamanca 1994, p 656.
[8] Los matrimonios en esta época eran un negocio. Ver Claude DULONG, La vie quotidienne des femmes au Grand Siècle, Hachette, Paris 1984, ch. II. « Du mariage ».
[9] Luis ABELLY, o. c. Lib. I, cp. II, p. 33. Bancos de crédito solo había en las grandes ciudades. Lo común era que los campesinos tuvieran sus bienes, no en dinero, sino en bienes muebles e inmuebles.
[10] Pierre GOUBERT, Cent mille provinciaux au XVIIe siècle. Beauvais et le Beauvaisis de 1600 à 1730, Flammarion, Paris 1968; Boris PORCHNEV, Les soulèvements populaires en France de 1623 à 1648, S.E.V.P.E.N, Paris 1963 ; Robert MANDROU, Francia en los siglos XVII y XVIII, Labor, Barcelona 1973; Emmanuel LE ROY LADURIE, Les paysans de Languedoc, t. I, S.E.V.P.E.N., Paris, 1966 ; Marcel MARION, Dictionnaire des Institutions de la France aux XVIIe et XVIIIe siècles, Edit. A. & J. Picard & Cie., Paris 1968.
[11] Luis ABELLY, o. c. Lib. 3º, cp. XIX, p. 745s.
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