“Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”
2 Tim 1, 1-8; Sal 95; Mc 3, 31-35.
Si al leer el evangelio de hoy no razonamos debidamente la respuesta que da Jesús, podemos sentirla dura; como que no reconoce a su madre y a los familiares que llegan a buscarlo
Pero, si la analizamos con cuidado, nos daremos cuenta que en sí es un reconocimiento, un halago a María. Ella tuvo la fe, la confianza en Dios al decir: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” (Lc 1, 38). Acogió la voluntad del Padre y con ese “sí” dio inicio la Nueva Alianza, abrió la puerta a la encarnación del Hijo de Dios.
En Mateo 7, 21, Jesús igual- mente nos indica: “No todo el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos”. En Getsemaní Jesús dice al Padre: “…que no se haga mi voluntad, sino la tuya”, y al enseñarnos el Padre Nuestro nos pidió que dijéramos: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.
Jesús hace un llamado especial a todos los miembros de su Iglesia en el evangelio de hoy: ¿proclamamos que Él es nuestro hermano? Aquí nos indica cómo podemos llegar a serlo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Hna. María Gloria Laguna de San José
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