“Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor…”
2 Re 4, 8-11. 14-16; Sal 88; Rom 6, 3-4. 8-1; Mt 10, 37-42.
“El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí”. Este texto me lleva a pensar en los primeros cristianos, en el seguimiento radical que practicaron para ser dignos de ser llamados discípulos de Jesús. ¿De qué no es capaz el amor?
¡Qué difícil habrá sido dar testimonio en un ambiente tan hostil y ortodoxo, en medio de tanta persecución! ¡Cuántas cosas indignas e intolerables tuvieron que soportar para lograr el objeto de su amor y anunciar a Jesucristo!
A veces no se comprende por qué una persona elige algo tan diferente a lo que los demás hacen o piensan. Sin embargo,
Dios nos da la libertad de elección, y nos invita a amar con un amor incondicional, capaz de transformar y entregarse sin reservas; un amor que esté dispuesto a hacerlo todo para llegar al su objetivo; pues, si es verdad que el hombre se pierde amándose, no hay duda de que se encuentra negándose y eligiendo lo que es digno de ser amado.
¿Estás dispuesto a amar, negándote a ti mismo?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Yolanda Elvira Guzmán Yeh, H.C.
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