Mezcla complicada de alumnos
Uno de los problemas más acuciantes en los centros de enseñanza es la mezcla de nativos e inmigrantes. Entre los migrantes hay alumnos de nacionalidad española, pero nacidos en otro país, los hay que tienen pasaporte extranjero a pesar de haber nacido aquí, y otro grupo, cada vez mayor, ha nacido aquí, pero sus padres provienen de otros países. Mezcla complicada de asimilar en la enseñanza. Porque el nivel de estudios y de formación es diferente en unos alumnos y en otros. Esta mezcla podría retrasar a los avanzados o impedir adelantar a los atrasados. Cuando los alumnos inmigrantes representan más del 20% del total de un centro o de un aula, es difícil darles una buena respuesta educativa a ellos y al resto de los estudiantes.
Las fronteras de los países suelen estar abiertas para acoger a los inmigrantes. Y es difícil, casi imposible, impedir la llegada de extranjeros bien legales con un visado de entrada bien ilegales oficialmente por entrar sin ese visado, pero es complicado saber compaginar sus libertades y las exigencias de las naciones que los acogen, pues la sociedad acogedora tiene derecho a que se respete su cultura e impedir la división ciudadana o la invasión de otra cultura que anule la suya. Los inmigrantes tienen derechos, pero también obligaciones, y una de las principales es integrarse en la sociedad que los acoge.
Los padres son los primeros que debieran insertarlos, pero les es difícil porque muchos también son inmigrantes y ceden esta tarea a los docentes, exigiéndoles, además de enseñar, que los integren. Aunque no sea su principal tarea deben tenerlo en cuenta. Integrarlos en la sociedad y en la cultura es obligación de la sociedad entera, y por ello, de todas las agrupaciones, entre las que se encuentra la Familia Vicenciana, a la que se le pide audacia para esforzarse en integrarlos. Aquella audacia que san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac mostraron para solucionar el problema principal en su época: hacer mixtas las escuelas.
En su tiempo eran escasos los pueblos en los que había escuelas; lo común eran los maestros ambulantes que, por poco dinero, enseñaban a los hijos de los campesinos. Pero los padres no escolarizaban a sus hijos, porque no podían pagar ni lo poco que les pedían o porque los necesitaban para trabajar desde niños, y porque no tenían ilusión por que aprendieran, ya que sus hijos siempre serían pobres. A la escuela solo iban los hijos varones y no las chicas que se quedaban cuidando a sus hermanos pequeños y haciendo las faenas caseras, ya que las madres iban al campo a trabajar o a espigar. El gran problema de las Hijas de la Caridad que acogían a las niñas y no a los niños era hacer mixtas las escuelas, prohibido por las autoridades civiles y eclesiásticas. Luisa de Marillac propuso una solución revolucionaria en un Consejo de las Hijas de la Caridad: acoger a las niñas y también a los niños hasta los 8 años “Y expuso las razones: En primer lugar, se puede hacer mucho bien enseñando los principios de la piedad a unos niños que, sin ellos, se quedarían quizás sin instrucción. En segundo lugar, parece que hay necesidad de hacerlo así, ya que en la mayor parte de los sitios no hay maestros para niños. En tercer lugar, lo están deseando los padres y las madres que tienen grandes razones, ya que sería de desear que sus hijos tuvieran tanta instrucción como sus hijas… En cuarto lugar, parece que no hay que temer ninguna tentación para la maestra, porque los niños son menores de 8 años. En contra están unas normas del rey que lo prohíben, y otra prohibición del señor arzobispo” (X. 777). Su audacia va más lejos y, contra las leyes civiles y eclesiásticas, añade que “deben recibir a cualquier hora a todas las que quieran ir a aprender, de cualquier edad que sean, teniendo la discreción de hacer pasar a las vergonzosas o tímidas a un lugar particular, acogiéndolas con mucha cordialidad aun cuando se presenten a la hora de la comida o muy tarde” (E 44).
En la sociedad moderna las escuelas mixtas no es ningún problema. Tampoco lo es mezclar niñas pobres y ricas, pero en tiempo de santa Luisa sí lo era, y ella tuvo la audacia de pedir permiso a quien autorizaba abrir escuelas, el Chantre de Nuestra Señora de París, para abrir una escuela a la que los pobres pudiesen “enviar libremente a sus hijas sin abonar nada y sin que las personas ricas puedan impedirles tal bien, por negarse a que las maestras que enseñan a las suyas las reciban en sus clases con tanta libertad” (c. 48). Hoy el problema es cómo integrar a los migrantes entre los nativos, y para lograrlo san Vicente y santa Luisa nos dicen que seamos audaces.
Desde el siglo XIX se analiza y se escribe mucho sobre la intervención del estado en la enseñanza, y últimamente ha saltado a la palestra el pin parental. Aunque haya que ceder al estado parte de estas responsabilidades para que todas las personas gocen de los mismos derechos y oportunidades, muchos piensan que su intervención debiera ser mínima y respetuosa con la autonomía de las decisiones de las familias.
Según los datos obtenidos en 2012, España contaba con 32.173 centros educativos, 22.011 públicos y 10.162 privados, concertados o no, en su mayoría religiosos, con una tasa de un centro educativo por cada 1.467 habitantes. Las autonomías de Madrid, País Vasco y Valencia lideran el ranking de las regiones con más centros privados por habitante y precisamente Madrid y País Vasco, en nivel educativo están por encima no sólo de la media de España, sino también de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
¿Por qué los colegios concertados escolarizan a muchos menos alumnos inmigrantes que la red pública? Sencillamente porque la enseñanza concertada recibe menos ayudas de la Administración civil para la atención específica a estos estudiantes. Las familias lo advierten y lo tienen en cuenta al matricular a sus hijos. ¿Por qué iba a querer una familia de inmigrantes con pocos recursos matricular a sus hijos en un colegio privado no concertado si hasta hace poco los alumnos de esta red no tenían derecho a becas de comedor y los colegios no concertados tenían menos personal de apoyo?
Y los datos globales del Ministerio de Educación no dejan lugar a duda del actual desequilibrio en la escolarización del alumnado extranjero en la enseñanza pública y en la privada, pero en ambas existe el problema constante y serio de integrar a los inmigrantes en la enseñanza que los acoge y hacer que los que tienen que abandonar su país no se sientan exiliados, pero sin entorpecer la marcha social y educativa de los centros que los acogen.
En la integración de los alumnos influyen dos fuerzas. Por un lado están la leyes que ayuden y favorezcan la integración, y por otro el testimonio de los compañeros y de la gente que se relacionan con ellos como si fueran nativos. Hay un inconveniente que se aloja dentro de las personas, y son los sentimientos para tratar de forma distinta a los migrantes pobres y ricos, a los que tienen la piel de otro color, a los inmigrantes europeos, hispanos y musulmanes, considerando a estos últimos como invasores que quieren imponer su religión y sus costumbres con relación a la mujer, a los hijos y a la familia.
Cuestiones para el diálogo
¿Conoces situaciones que impiden la integración de los inmigrantes? ¿Y que ellos no quieran integrarse? ¿Quién está más marginado, el pobre o el foráneo? ¿Qué puede hacer la Familia Vicenciana para integrarlos a todos?
P. Benito Martínez, CM
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