“Este es mi hijo muy amado”
Is 42, 1-7; Sal 28; Hech 10, 34-38; Mt 3, 13-17.
El bautismo de Juan era un signo sencillo pero profundo y comprometedor, con el que los pecadores sellaban un compromiso de arrepentimiento y de conversión. Para Jesús, el bautismo que recibe de Juan tiene un significado distinto. Es un acontecimiento fundante que lo capacita simbólicamente para dar inicio a la misión salvífica que realizará. Por ello se abre el cielo, y desciende el Espíritu Santo como unción divina y se escucha la voz de Dios, presentándose como el Padre orgulloso de ese ser extraordinario que es Jesús, y asegurándole su amor y predilección.
Es la experiencia de que Dios es su Padre y de que él es el “amado”. Esta experiencia se hará ya inseparable de Jesús. “Desde esta experiencia de ser‘el amado’, Jesús es el hombre libre de ataduras y libre para los demás. Ya no irá por la vida buscando ávidamente que lo amen, sino dando amor… Quien no se sabe amado, busca vorazmente que lo amen, y no da amor; quien se sabe amado por quien más importa, da amor a los demás. Es su manera de decir ¡gracias!”. (Cfr. P. Honorio).
En Cristo, desde tu bautismo, tú también eres “el hijo amado”. Acoge ese amor de Dios y ofrécelo a los demás.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
P. Silviano Calderón cm
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