“El Señor es mi luz y mi salvación”
Rom 14, 7-12; Sal 28; Lc 15, 1-10.
Publicanos y pecadores se acercan a escuchar a Jesús. Él cuenta parábolas. En el texto de hoy leemos la de la oveja y la moneda perdidas. La estructura es la misma: pérdida, búsqueda, encuentro, invitación a festejar. La conclusión también es la misma: alegría de la tierra y el cielo por la conversión de un pecador.
A veces constatamos que la proporción es al revés de la mencionada por Jesús: Tenemos una oveja, nos faltan 99. Y también constatamos que nos colocamos del lado de los fariseos, de los que no aceptan que un pecador pueda convertirse y ser santo, de los que juzgan con dureza, de aquellos a los que la ceguera impide reconocer el bien que los demás hacen y alegrarse por ello.
Cristo no vino a llamar a los justos sino a los pecadores. Jesús se rodea de los sedientos de Dios, de los que se saben perdidos y buscan al buen pastor, de cada uno de nosotros que reconocemos nuestras caídas.
Una palabra sobre la lectura de la carta a los Romanos. ¿Por qué criticar? ¿Por qué despreciar? Cada quien dará cuenta a Dios de sí mismo. Vivimos y morimos para El Señor. ¡Seamos por todas partes portadores de la Palabra de vida!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Carolina Flores H.C.
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