«Cada árbol se reconoce por sus frutos»
1 Tim 1, 15-17; Sal 112, Lc 6, 43-49.
La tierra, las plantas, los animales, el sol y podríamos pensar que toda la naturaleza, nos ofrece siempre algo de sí misma para nuestro bien, aunque a veces pueda ser mal utilizado. Así puede suceder entre nosotros, que habiendo sido hechos para el bien, actuemos mal.
Quiero recordar a una grandiosa campesina sin instrucción llamada Margarita Naseau, que siendo adolescente, preguntaba a quienes tenían cierto conocimiento, sobre las letras, la pronunciación de las palabras, etc. para aprender; enseguida ella compartió con otros ese conocimiento, sin mayor, interés que la gloria de Dios. Mujer acostumbrada al trabajo duro, al enterarse que en París había una cofradía de caridad, se fue allá para servir a los pobres y enfermos. Su dedicación y ejemplo fueron motivo de atracción para otras jóvenes. Ella fue la primera Hija de la Caridad. San Vicente de Paúl dijo de ella:
“Todo el mundo la amaba porque no había nada en ella que no fuera amable”.
Señor, dame la gracia, de ser el árbol que produce frutos buenos, aprendiendo a darme a los demás, venciendo mis limitaciones.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús Plascencia Casillas C.M.
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