Hebr 4, 12-16; Sal 18, 8-10. 15; Mc 2, 13-17.
“Vio a Levy… y le dice: Sígueme”
Él llama. Toca a cada puerta del alma. A unos los invita de una forma y a otros de otra. A Levy (Mateo) lo encontró en su lugar de cobrador de impuestos a la orilla del mar. A Elizabeth Stoker Bruenig , activista de izquierda, periodista, la llamó desde los escritos de san Agustín. Y en la Vigilia Pascual de 2014, en la capilla católica de la Universidad de Cambridge, entró de lleno en la Iglesia católica. Cuando su vida era un mar de dudas, uno de sus profesores les recomendó, como una de las lecturas, las Confesiones de san Agustín. “Empecé a leerlo compulsivamente… y eso cambió mi vida”.
Levy, una vez que se supo llamado por Jesús, se sintió lleno de gratitud. ¡Yo el pecador, el cobrador de impuestos! Y para darle las gracias organizó un banquete, donde estaban sus amigos de mala nota. Los fariseos, de narices largas, criticaron a Jesús porque “comía con publicanos y pecadores”. Jesús les replicó: “No necesitan de médico los sanos, sino los enfermos; yo no vine para llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Si nos sabemos pobres, pecadores, poca cosa, tenemos derecho a Jesús. Él vino para nosotros.
¡Gracias, Jesús, por amarnos y llamarnos!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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