«Los pobres nunca serán olvidados, ni se frustrará la esperanza de los necesitados» (Salmo 9, 19)
La Esperanza, como sabemos, es una de las tres virtudes teologales, y significa confianza, expectativa o perspectiva que algo bueno suceda; mientras que la definición de «portador» está asociada a la acción de alguien que conduce o carga alguna cosa. Pero existe una definición de esta palabra con un sentido simbólico de gran valor: «enviado», que expresa la designación para realizar una determinada función.
Así, según estas definiciones, podemos afirmar que los vicentinos son verdaderos «Portadores de Esperanza», sobre todo para los Pobres, pues quien sigue las aspiraciones de Federico Ozanam fue y está llamado, teniendo la misión de «llevar» la Esperanza a los empobrecidos, o mejor, recibió la importante tarea de «conducir» a los más necesitados en la perspectiva de que algo bueno se concrete en sus vidas. De ese modo, los vicentinos fueron —y continúan siendo— «enviados» por el Señor, sabiendo de la insustituible misión de evangelizar a los Pobres, es decir, de llevarles la auténtica Esperanza: la Palabra de Dios.
Sin embargo, conscientes de la inmensa responsabilidad y, al mismo tiempo, del gratificante don concedido por Dios, que nos escogió para servir a los Pobres, es el momento oportuno de actuar, saliendo al encuentro de los marginados, buscando inspiración en las lecciones de san Vicente de Paúl, que nos enseña: «Es maravilloso hacer conocer a Dios, anunciar a Jesucristo a los Pobres, decirles que está cerca el Reino de Dios y que este Reino es para ellos».
De esta manera, «¡Vayamos a los Pobres!», con el coraje de los discípulos, principalmente a partir de 2018, cuando la Iglesia en Brasil instituyó el Año Nacional del Laicado, con el desafiante tema: «Cristianos laicos y laicas sujetos en la Iglesia ‘en salida’ servicio del Reino». Y el lema: «Sal de la tierra y Luz del mundo» (Mt 5, 13-14).
Pues bien, motivaciones no nos faltan para promover espiritualmente a las personas en el estado de carencia material, ya que gozamos del privilegio de poseer la Vocación Vicentina, que nos pone frente a la realidad de la miseria espiritual, causa de la desesperanza de muchos asistidos por la SSVP. Ante esta situación, los vicentinos tienen que asumir el papel de protagonistas de la evangelización de los «pequeños de Dios», poniendo sabor a sus vidas e iluminando sus caminos, porque los consocios y las consocias fueron capacitados por el Señor para esparcir la Esperanza, rescatando los valores de los Pobres, estimulados sin duda por la profecía de San Vicente de Paúl, que declaró: «Evangelizar es un oficio tan noble, que es por excelencia, el oficio del hijo de Dios».
Por lo tanto, los vicentinos deben gastar sus vidas trabajando en iniciativas eficaces, que ayuden a revelar las maravillas de Dios a los que están excluidos del conocimiento de las «cosas del Señor». Por esta razón, es urgente e indispensable que los consocios y las consocias implementen, en las zonas de acción de sus Conferencias, programas de Catequesis (adultos, jóvenes, niños y familias), además, por supuesto, de mantener o reanudar las actividades más comunes, como los Triduos, Lecturas Bíblicas, iniciativas para acercar a los asistidos al Bautismo, la Primera Comunión, la COnfirmación, etc. Pero, si faltan ideas, conviene obedecer a la recomendación de san Vicente de Paúl, que aconsejó: «La oración es el depósito donde encontramos las orientaciones necesarias para desempeñar los servicios que nos sean confiados».
Que Nuestra Señora nos dé aptitudes plenas para acompañar con fidelidad la doctrina de san Vicente de Paúl, que ofreció la siguiente instrucción: «Qué felices son los que emplean todos los momentos de su vida al servicio de Dios».
«Después de la tempestad viene la calma. Y el buen Dios, que mortifica y vivifica, hace que la alegría siga a la aflicción, y los efectos de su poder a las esperanzas que se fundamentan en su bondad. La prosperidad de los malos termina en confusión y la adversidad de los justos se transforma en gloria» (San Vicente de Paúl)
El consocio João Marcos Andrietta (58 años) pertenece a la Conferencia de la Virgen de la Inmaculada Concepción (Salto – SP, Brasil) y es portador de esclerosis lateral amiotrófica (ELA)
Fuente: http://www.ssvpbrasil.org.br/
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