“Ven Espíritu Santo y lléname de Vida”
Ap 11, 4-12; Sal 143; Lc 20, 27-40.
La mente de los hombres de este mundo está embotada por las felicidades y placeres inmediatos. Viven como si ésta fuera la única vida y se dejan llevar por los vicios, el libertinaje y los excesos. Se escucha muy frecuentemente entre la gente “el muerto al pozo y el vivo al gozo”.
Jesús habla claro: Yo soy la resurrección y la vida (Jn 6, 11, 25). Las palabras de nuestro Señor Jesucristo son palabras de vida eterna.
Trabajemos como Iglesia en esta vida construyendo el Reino de Amor para que la felicidad verdadera en Dios (unidad y paz) se desborden plenamente en la vida eterna.
Descubramos, pues, que lo que hacemos de bien en esta vida (las obras de misericordia) tendrá su fruto cuando gocemos de la presencia eterna del Creador.
El Señor es un Dios de vivos porque solo en Él se encuentra la vida. Y ante la cultura de muere que nos rodea, sepamos ser testigos de la verdad y la justicia.
“Bendito sea el Señor, mi fortaleza” (Sal 143).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Arturo García Fonseca, CM
0 comentarios