Ef 4, 32-5, 8; Sal 1; Lc 13, 10-17.
“Mujer, quedas libre de tu enfermedad”
Para Jesús no había ningún límite para curar, para él bastaba con que alguien tuviera una necesidad y se la presentara para que no se fuera con las manos vacías. Ahora bien, los que nos decimos sus discípulos, sus seguidores, ¿no tendríamos que hacer lo mismo?
¿O acaso es que nos parecemos al jefe de la sinagoga y encontramos pretextos para no hacer una obra buena, nos escudamos en que no hay condiciones para ayudar a los otros, o bien declaramos que a nosotros no nos toca, no es nuestra responsabilidad?
La experiencia de aquella mujer encorvada del evangelio de hoy, no solo fue sentir en su cuerpo un cambio significativo, sino la experiencia profunda de sentirse amada, liberada de una exclusión, favorecida por el amor que ama totalmente, para luego ella hacer lo mismo.
“Jesús envía a sus discípulos a hacer su misma obra y les da el poder de curar, o sea para acercarse a los enfermos y cuidarlos hasta el final”. (Catequesis de
S.S. Francisco, 10 de junio de 2014).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Adrián Acosta López, CM
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