Dt 30, 15-20; Sal 1, 1-6; Lc 9, 22-25.
“Decía a todos: Si alguien quiere seguirme…”
El evangelista subraya que Jesús no sólo se dirigía a sus discípulos, sino a toda la gente. Y a todos les hablaba del seguimiento. ¡Todos están invitados, nadie excluido! Tú y yo estamos invitados.
Y las exigentes condiciones son las mismas para todos. “Negarse a sí mismo”, “tomar la propia cruz”, “dar la vida por él”, “no avergonzarse de él ni de sus palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora…”. Y todo por amor a él, por amor a la salvación y a la vida. Además, Jesús nos avisa de la insensatez de otros caminos: “el que quiera asegurar su vida, la perderá” “¿de qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo”, “el que se avergüence de mí y de mis palabras…el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre”.
Hay personas que dan testimonio de este seguimiento de Jesús desde sus servicios y sus dones. Otros desde la oscura sencillez de una vida entregada. Otros desde su enfermedad. Por ejemplo Chiara María, llamada a sus 25 años, en abril del 2016. “Haré –decía– lo que Dios quiera”. Y le tocó hacerlo desde la lucha contra el cáncer. “El miedo más grande que tengo, no es el de morir, sino el de morir alejada de Cristo”. Pero como pudieron constatar los familiares y muchos amigos: “Nunca nadie la ha visto intentando bajarse de la cruz”… Y su funeral fue una fiesta.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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