1Sam 15, 16-23; Sal 49; Mc 2, 18-22.
“Por qué no ayunan tus discípulos?”
¡Vino Nuevo; Odres nuevos! Con este llamado, el Papa Juan XXIII abrió el Concilio Vaticano Segundo. Parecía que se desprendía de sus largos años, y se convertía en un profeta joven, embarcando a la Iglesia en una gran aventura del Espíritu. Dijo: Lo que ahora se necesita es un nuevo entusiasmo, una nueva alegría.
Cristo nos llama a la alegría. A una alegría profunda, nacida desde la paz del corazón. Él nos lo dijo claramente: “¿Cómo pueden ayunar los invitados a la boda, mientras están con el esposo?” Si realmente Jesucristo habita en nosotros a través de su presencia, ¿cómo podemos mantenernos sin esperanza, sin alegría, sin paz? El ayuno, el sacrificio, la renuncia todo esto es medio para estar con Jesús, todo esto es preciso si nos lleva a encontrar al hermano solo y desamparado, si nos lleva a anunciar la Buena Nueva del evangelio. Recordemos que todas estas acciones son medios para conseguir el fin que es el encuentro con Jesucristo.
Señor Jesús, hoy me invitas a dejar lo viejo, lo desgastado, la rutina, el pesimismo y la tristeza. Me invitas a desprenderme del espíritu deteriorado y débil con el que a veces vivo mi fe. Me llamas a más, a estar en pie de lucha con un amor y un entusiasmo renovado. Y para que mi amor sea nuevo cada día debe alimentarse de tu Palabra en la oración y en los sacramentos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Benjamín Romo Martín, cm
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