“Anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo”

2 Sam 15, 13-14. 30; 16, 5-13; Sal 3, 2-7; Mc 5, 1-20.

Gerasa era parte de la Decápolis, región pagana al otro lado del lago de Genesaret. Allí sucede este encuentro entre Jesús y el “hombre poseído de espíritu inmundo”. Donde está el malo, abundan los peones de la muerte y sus agresividades.

¿Es triste y desconsoladora esta narración evangélica?

¿Es esperanzadora y generadora de alegría? Si te fijas en la situación del hombre poseído, te darán ganas de llorar. ¿Así podemos estar, tan sometidos, tan carentes de libertad, tan autodestructivos? Si te fijas en la conducta de los gerasenos ante el hombre ya liberado y la pérdida de sus cerdos, podrás dolerte al ver cómo valoran más una economía impura y corrupta que la liberación del pobre.

¿Así soy, así somos? ¿Así es nuestro brillante sistema?

Hay alguien que no acepta ni la dolorosa situación del poseído ni los falsos valores del sistema. Se llama Jesús de Nazaret. Si nos fijamos en él y en su poder misericordioso, el relato nos llena de esperanza. Hay alguien más fuerte que mis males, pecados y contradicciones y señales autodestructivas; hay alguien capaz de cambiarme y cambiar las cosas y el sistema. Se llama Jesús de Nazaret. Dame, Señor mío, que no me olvide de ti, que a ti acuda, contigo cuente, a ti te acoja, y que no me olvide de contar y dar el amor que has tenido conmigo. Así se lo pediste al curado. Así quiero darte las gracias.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.