1 Jn 2, 12-17; Sal 95; Lc 2, 36-40.
“No amen al mundo ni lo que hay en el mundo”
Nos encontramos ahora con el tercer criterio que define nuestro amor a Dios: “No amen al mundo ni lo que hay en el mundo”. Parece exagerada la expresión del apóstol, pero hay que entenderla bien. El mundo es obra divina, luego no se refiere a la creación, sino al mal que puede atrapar el corazón del hombre y hacerle olvidarse de Dios, buscar agradarle y cumplir su voluntad. Concretamente habla de la codicia y de la arrogancia que pueden someter el corazón del hombre y olvidarse de Dios. Cuenta el evangelio de la profetisa Ana que “no se apartaba del Templo, sirviendo día y noche al Señor con ayunos y oraciones” (v 37)
¿Y para ti ¿Qué es lo realmente importante en la vida?
Cuentan de un sabio que subió a un barco para cruzar el río. Iba solo con el barquero. Le pregunta al barquero: “¿Sabe usted algo del espacio, las estrellas y planetas?”. Le responde el barquero: “no, nada”. “Ha perdido usted la mitad de su vida, le dijo el sabio. Nuevamente le dice: “¿Sabe usted lo que es la energía nuclear, la grandeza de las centrales nucleares y la energía que pueden generar?”. Responde el barquero: “no, no sé nada de eso”. “Pues ha perdido usted la mitad de su vida”, le dice el sabio. Se repitió lo mismo varias veces, con diversas preguntas de este género.
Empieza a venir una corriente fuerte de agua, una tormenta y el río se embravece. Le pregunta el barquero: “¿Sabe usted nadar”. “No”, le gritó el sabio lleno de miedo. A lo que le respondió el barquero: “Pues ha perdido usted toda su vida”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jorge Pedrosa Pérez, C.M.
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