Rom 15, 14-21; Sal 97; Lc 16, 1-8.
“Los mundanos son más sagaces que los hijos de la luz”
Primero se hicieron con los micrófonos y los altavoces. Después, continuaron con una campaña bien diseñada. Y fueron extendiendo, un día sí y otro también, su ideología, sus falsos valores, sus propuestas avaladas por falseadas estadísticas. Además inventaron la neo-lengua, el llamar con afeitadas palabras a las cosas que la gente no aceptaría si las nombraran por su nombre. Y, poco a poco, la gente fue pensando como ellos, aceptando como verdad sus mentiras. E incluso sus adversarios se dejaron contagiar por la neo-lengua. Hasta a algún obispo le oí hablar de la “interrupción del embarazo”, cuando se refería al aborto provocado.
¿Qué hacían, mientras, los teóricos hijos de la luz? Unos miraban hacia otro lado; otros más discutían acaloradamente quién era más actual o más antiguo; algunos trabajaban afanosos, pero desorganizados y, en la época de los aviones, viajaban en burro; y no pocos –sino muchos– se desentendían de conocer y vivir su fe y de compartirla sin recortar las consecuencias.
Y Jesús les dijo: Los hijos de este mundo son más astutos y más hábiles que los hijos de la luz.
¿Dónde estamos tú y yo? ¿Acaso seguimos en alguna pasteurizada e indolente esquina?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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