Presentación:
«Ahí tienes a tu madre» (Juan 19, 27). Estas palabras de Jesús desde la cruz no solo fueron un regalo para Juan, el discípulo amado, sino un legado para toda la humanidad. En su momento final, poco antes de abrir su costado y entregarnos todo su amor hasta la última gota, Jesús nos confió a María como nuestra Madre. Su maternidad es un refugio de amor y compasión para cada uno de sus hijos, y su misión como Madre se extiende más allá del Calvario.
La maternidad de María revela un caminar que inicia en el Gólgota y que continúa hasta nuestros días. Con Jesús y María, se abren sendas de justicia, perdón, amor y fe, incluso en medio del caos y la confusión de un mundo que parece alejarse de los valores cristianos. En una época marcada por el relativismo moral, el materialismo egoísta, las ideologías antievangélicas y la permisividad social, las palabras de San Pedro nos alientan: «Resistid firmes en la fe» (1 Pedro 5, 9). El enemigo de la Mujer, el dragón que aparece en el Apocalipsis (Apocalipsis 12, 17), sigue buscando hacer daño a la Iglesia de Dios, llevándola a perder a sus hijos y arrastrándolos hacia un abismo de desesperación y odio.
Sin embargo, en medio de estos panoramas desalentadores, María se abre paso como la Estrella de la Mañana, trayendo consigo la Medalla Milagrosa, símbolo de la esperanza y el amor divino. El Papa Francisco ha querido que el año 2025 sea el Año de la Esperanza, una gran palabra que invita a la Iglesia a ser un faro de luz en medio de los conflictos y guerras que aquejan al mundo. En esta realidad, la Virgen nos ofrece su mano, llamándonos a recorrer el camino de la esperanza para llevar a otros un mensaje de salvación y misericordia, no de condenación.
Con alegría y gratitud, presento la decimocuarta edición de esta novena en honor a la Virgen, una promesa que le hice desde el año 2011, cuando era seminarista, y que sigo cumpliendo en acción de gracias por todos los favores que Ella me ha concedido. Que cada día de esta novena sea un encuentro renovado con la Madre que intercede y nos cuida con su ternura maternal.
P. Andrés Felipe Rojas Saavedra, CM
Misionero Vicentino
www.corazondepaul.org
Oración:
Padre misericordioso, que en tu inmenso amor nos has dado el signo maravilloso de la maternidad divina de María, por quien nos llegó Cristo, nuestro Salvador. Te pedimos que, de la mano de Ella, podamos caminar por este mundo sembrando semillas de justicia y paz, construyendo juntos espacios donde se haga visible tu Reino en medio de nuestros hermanos y hermanas que más sufren.
Padre amoroso, llenos de una esperanza renovada que María nos inspira, nos presentamos ante ti con el corazón sediento y necesitado de tu Palabra. Al meditarla cada día en esta novena, concédenos la gracia de abrirnos al don de la conversión, para que, siendo verdaderos discípulos y misioneros de Cristo, podamos anunciar con gozo la Medalla Milagrosa como un signo profético de tu amor y misericordia para nuestro tiempo.
Padrenuestro.
Gloria.
Oración a la Virgen María:
Madre, Camino de Esperanza, tú que fuiste iluminada por la fe y creíste en la Palabra de Dios, acompáñanos en esta novena que dirigimos en tu honor, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. Que, reunidos en torno a tu Hijo, podamos recuperar la frescura del Evangelio y anunciar con gozo la esperanza a un mundo dividido por las discordias.
Tus rayos nos infunden la certeza de que nuestra historia está confiada a la infinita misericordia de Dios, quien nos ama y nos ilumina en las noches más oscuras y dolorosas de nuestra vida. Hoy, más que nunca, elevamos nuestro clamor al cielo, implorando un nuevo renacer. Ayúdanos a sembrar en nuestros corazones la Palabra del Señor y a proclamarlo vivo y resucitado entre nuestros hermanos. Amén.
Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti. Dios te salve María…
Gozos:
Respuesta: puede ser el estribillo de una canción o la jaculatoria (Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos a ti).
Madre Milagrosa, de ternura y compasión
que haciendo historia de salvación
vas caminando siempre con tu pueblo
que a ti clama en la aflicción.
En mil ochocientos treinta,
en Francia, Calle del Bac,
auna pobre novicia,
la virgen santa se apareció.
Eran vísperas de San Vicente,
noche silenciosa de julio,
cuando la Madre dejó su trono
y en una pequeña capilla se presentó.
Siendo la media noche
un Ángel se apareció
para darle un anuncio
de parte de la Madre de Dios.
Las luces se iban prendiendo,
las puertas se iban abriendo
y al llegar a la capilla la hermana ansiosa la esperó.
La voz del cielo anunciaba
que la madre llegó.
La sede sacerdotal
con humildad ella ocupó.
La hermana Catalina
sus manos colocó
en las piernas de la Madre
y misión ella le encomendó.
En una mañana de noviembre
los sentidos no lo percibieron
pero un corazón atento
nuevamente a la Madre observó;
las insignias de la medalla
que Catalina vio, se han convertido
en fuente de milagro y amor.
“Haz acuñar una medalla”,
la Virgen le pidió
para ser portada por los fieles
con gran devoción.
Madre Santa, tu gran Medalla
es emblema de tu amor,
hoy nosotros la portamos
en señal de filiación.
Sea por Jesús, sea por María,
sea por el ejemplo de los santos que nos guían.
Y que por la Medalla Milagrosa
alcancemos la gracia de convertir
nuestros dolores en alegrías.
PRIMER DÍA
Esperanza para la Iglesia
Signo: El logo del año jubilar de la Esperanza. Fotografía del Papa, el obispo o de la parroquia o comunidad que está celebrando la novena.
Comentario inicial: Iniciamos este Camino de Esperanza con alegría, meditando día a día la Palabra de Dios y dejándonos encontrar por la Santísima Virgen María. A través de su santa Medalla, nos ha comunicado un gozo santo que renueva la esperanza para la Iglesia, a la cual ella acompaña con amor maternal.
Canto: Virgen Milagrosa, camino de esperanza
Lectura del Texto Bíblico: Genesis 3, 9-15.20
Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?» Este contestó: «Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí.» El replicó: «¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?» Dijo el hombre: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí.» Dijo, pues, Yahveh Dios a la mujer: «¿Por qué lo has hecho?» Y contestó la mujer: «La serpiente me sedujo, y comí.» Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar.»
El hombre llamó a su mujer «Eva», por ser ella la madre de todos los vivientes. Palabra de Dios.
Reflexión:
La Santísima Virgen María se apareció en Francia en un momento crítico de la historia. La Revolución Francesa, que culminó en 1799, dejó una profunda herida en el corazón de la nación: muerte, destrucción y una pérdida significativa de valores cristianos. Las comunidades religiosas sufrieron inmensas pérdidas, con cientos de sus miembros condenados a la horca, acusados únicamente de ser fieles a Cristo. Con la llegada de Napoleón Bonaparte y luego el ascenso de los últimos reyes franceses, el país vivió una era de incertidumbre política y guerras prolongadas que se extendieron más allá de 1830.
En medio de esta turbulencia, María habló a Santa Catalina Labouré, alertándola sobre los peligros que acechaban a la Iglesia y la inminente persecución. Le invitó a permanecer fiel a la oración y a acudir constantemente al pie del altar para recibir abundantes gracias. La Virgen también señaló la importancia de observar las normas y buscar en Dios la fortaleza para enfrentar los desafíos.
Hoy, en un tiempo de renovación y sinodalidad, y a las puertas de un año jubilar, la Iglesia está llamada a renovar su compromiso de oración y dejarse guiar por el Espíritu Santo a través de los senderos de la esperanza. La Virgen nos invita a discernir los signos de los tiempos, confiando en que su Hijo dirige los caminos de la historia. Caminamos juntos en medio de los conflictos del mundo, pero con la certeza puesta en nuestro Padre Celestial, que sabiamente acompaña a la Iglesia en la construcción de su Reino de amor y justicia.
La Medalla de la Virgen es un sendero de esperanza, que nos impulsa a dejarnos guiar por los valores del Reino y las bienaventuranzas del Evangelio. Nos invita a permitir que la Palabra de Jesús, siempre viva y actual, transforme nuestras vidas y las de quienes nos rodean.
Preguntas:
- ¿Qué mensaje de esperanza comunicas a otros, inspirado en la Medalla Milagrosa?
- ¿Permites que el Espíritu Santo toque tu corazón para llevar a otros el mensaje de salvación?
Oración final:
Virgen Inmaculada de la Medalla Milagrosa, que te manifestaste a Santa Catalina Labouré como mediadora de todas las gracias, atiende a mi plegaria.
En tus manos maternales dejo todos mis intereses espirituales y temporales, y te confío en particular la gracia que me atrevo a implorar de tu bondad, para que la encomiendes a tu divino Hijo y le ruegues concedérmela, si es conforme a su voluntad y ha de ser para bien de mi alma.
Eleva tus manos al Señor y vuélvelas luego hacia mí, Virgen poderosa; envuélveme en los rayos de tu gracia, para que a la luz y al calor de esos rayos me vaya desapegando de las cosas terrenas y pueda marchar con gozo en tu seguimiento, hasta el día en que bondadosa me acojas a las puertas del cielo. Amén.
Descarga la Novena completa pulsando sobre la siguiente imagen:
(Incluye materiales adicionales)
Fuente: https://www.corazondepaul.org/
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