“El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe”
Job 1, 6.22; Sal 16, 1bcd.12-3.6-7; Lc 9, 46-50.
Termina hoy el relato que nos ha hecho Lucas sobre el ministerio de Jesús en Galilea. A partir de mañana se inicia su viaje a Jerusalén. El sábado pasado, en el evangelio, cuando Jesús anunció la muerte que le esperaba, los discípulos no entendían. Hoy tenemos la prueba de esta cerrazón: están discutiendo quién es el más importante. No han captado el mensaje de Jesús, que su mesianismo pasa por la entrega de sí mismo, y por tanto, tambien sus seguidores deben tener esta misma actitud.
Jesús tuvo que mostrar su paciencia no sólo con los enemigos, sino también con sus seguidores. A esta incomprensión de los discípulos, se unen los celos que siente Juan por ver que otros echan demonios en nombre de Jesús, sin ser “de los nuestros”. Juan quiere desautorizar al exorcista “intruso”. Jeús les corrige de nuevo: el que no está contra nosotros, está a favor nuestro.
A nosotros en ocasiones tenemos la tendencia a sentir los celos que muestra Juan. Nos creemos los únicos, los que tienen la exclusiva y el monopolio del bien. Se nos olvida que el Reino de Dios es de Dios no de nosotros. ¿Tenemos un corazón abierto? ¿Sabemos alegrarnos o más bien reaccionamos con envidia cuando vemos que otros tienen algún éxito?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Antonio G. Escobedo C.M.
0 comentarios