No es primera vez que me atrevo a hablar de la “Doctrina Social de la Iglesia Católica, eso sí, deseo aclarar que no soy experto sino un fiel lector de esta Doctrina y me preocupa que nuestra Iglesia, no haya establecido en todas las parroquias del mundo un ministerio aunque sea con laicos de las enseñanzas escritas sobre este fascinante estudio, el cual si lo hubiéramos difundido ampliamente, no tendríamos que escuchar tanta verborrea, de los susodichos “líderes” de la izquierda escondidos en mensajes de Humanistas, Derechos humanos etc. que hemos tenido que soportar en el Mundo; pero se recuerdan, mucho mas en nuestra América. Yo recuerdo haber leído mucho sobre la revolución que desencadeno Henry Ford al darle participación a sus obreros, de las ganancias de esta gran compañía y anécdotas de la época, cuando se hablaba de que muchos, de ellos, cuando salían para sus casas, si veían una tuerca o un tornillo, la arrojaban por la cerca para que no se oxidara o perdiera. Por ello los he marcado con números para que más fácil les sea, seguir estas secuencias de próximos artículos recopilados y muy fieles a los originales.
¿Cómo surgió la Doctrina Social de la iglesia Católica?
La Doctrina Social Católica nace, de la encíclica Rerum Novarum (1891), del Papa León XIII, sería su primera sistematización y lanzamiento público, hace la friolera de 133 años. Se trata ahí claramente de defender la causa de los proletariados contra el abuso de los patrones. Entre los objetivos de la Doctrina Social de nuestra Iglesia Católica están: Orientar la Reflexión y la conducta de las personas y de toda la comunidad humana a nivel mundial, en la tarea de construir un orden social justo y fraterno que contribuya a la convivencia pacífica y al desarrollo humano integral.
Antes de seguir avanzando el tema, quiero mencionar los Principios de la Doctrina Social de la Iglesia Católica:
- Dignidad de la persona humana.
- Primacía del bien común.
- Destino universal de los bienes y propiedad privada.
- Principio de solidaridad.
- Principio de subsidiariedad.
- Participación Social.
- Cultura de la vida y de la calidad de vida.
- La existencia de la Ley Moral.
La DSIC (Sus siglas en español) es parte integrante de nuestra evangelización. Nuestra misión además, tiene una clara vertiente social, debemos actualizar nuestra formación desde la perspectiva social cristiana y dentro de esta perspectiva social la DSIC no puede ser una teoría extraña a nuestra formación, sino el mensaje evangélico, hecho vida en obras de justicia, a favor de los desheredados de la tierra. Aunque aquí solo ofrecemos una comprensión básica de lo que es la DSIC, sin duda, este breve acercamiento, nos aportara orientación.
Recuerden que en el 2015 la IV urgencia del Documento Capitular, nos pedía que en el sexenio siguiente, la necesidad de discernir el modo de dar respuesta carismática a las necesidades de los pobres y excluidos de hoy, desde nuestra realidad. En este nuevo milenio se planteo ocho grandes problemas y desafíos existentes a nivel mundial. Yo sé, que no ha sido posible, quizás por el desconocimiento que tenemos del DSIC y porque para muchos presbíteros y laicos, evitamos mucho hablar de esto, claro que no es fácil; pero debemos poner un granito de arena, cada uno de nosotros y un dia veremos una playa completa. Es nuestra obligación trabajar en estas acciones y hay muchas instituciones que lo hacen, por favor no desmayen, porque al final del camino Dios nos preguntará por ello. Los ocho desafíos son los siguientes:
- Erradicar la pobreza extrema y el hambre.
- Conseguir la educación primaria universal.
- Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer.
- Reducir la mortalidad infantil
- Mejorar la salud materna.
- Combatir el SIDA, el paludismo, cáncer y otras enfermedades que causan muerte.
- Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente.
- Fomentar una Asociación Mundial para el desarrollo.
Si queremos lograr estas metas debemos doblar esfuerzo, porque se suponía que en el 2021, estuvieran completas algunos objetivos estamos en 2024 y no hemos cumplido, seamos sinceros. Ninguno.
Hasta el próximo escrito. Roguemos a Dios, en oración, que no de fuerza.
Víctor Martell
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