“Quien coma de Él no morirá”
Hech 8, 26-40; sal 65; Jn 44-51.
El mundo muere de hambre, de un hambre no solo material sino más bien espiritual. Estamos tan llenos de preocupaciones y ocupaciones que ya no le damos tiempo a Dios; nuestro mundo nos dice que disfrutemos de la vida, que gocemos del bienestar material, y no es que eso esté mal, pero, cuando eso es lo más importante vamos vaciando nuestro corazón. Llenos de nuestra mente, pero vacíos en el corazón.
Nuestra vida necesita ser alimentada por la Palabra de Dios y el alimento de su Cuerpo y su Sangre. Hoy más que nunca necesitamos de hombres y mujeres llenos de Dios. Personas que han experimentado en ellos el amor de Dios y su presencia continua.
Señor Jesús, me das el pan que necesito para poder vivir con plenitud mi vocación. ¿Realmente aprovecho este sacramento? ¿Estoy consciente de que la Eucaristía no es un símbolo, que eres Tú, un Dios vivo, hecho hostia, al que voy a recibir en mi interior? Te suplico que esta meditación me lleve a contemplarte en la Eucaristía y nunca permitas que se me haga una costumbre, un rito o un hábito sin sentido.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Iván Pech May C.M.
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