“¡Y ustedes no quieren venir a mí para tener vida!”
Ex 32, 7-14; Sal 105; Jn 5, 31-47.
Este texto de San Juan nos invita a que nos adentremos en la lectura, reflexión y meditación de la Palabra de Dios. En ella encontraremos el testimonio de Juan el Bautista y de Moisés sobre la persona de Jesús, quien dice con claridad: “Las obras que el Padre me ha concedido realizar y que son las que yo hago, dan testimonio de mí y me acreditan como enviado del Padre”.
Es triste, pero es verdad. En este evangelio Jesús nos reprocha no haber comprendido su mensaje. Vamos en busca de la gloria que da el mundo a quienes obran según el slogan del momento. Corremos tras la vanidad del tener más y más; sin compartir lo que Él mismo nos ha dado: amor, cariño y comprensión. Esto es leer las escrituras y no entender el mensaje de Cristo: ir a misa y después no vivir el evangelio; llamarse cristiano y apenas conocer a Jesús. Pero Jesús es paciente. Nos espera. Y si nos reprocha algo en nuestra conciencia, es porque nos ama y nos quiere cerca de su amantísimo Corazón. Podemos corresponderle acercándonos a la parroquia, viviendo y compartiendo nuestra fe. Regalando al mundo la sonrisa que da la alegría de la esperanza y la confianza en Jesús. (Papa Francisco).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús de Luna C.M.
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