La “escuela de los pobres”: un camino de aprendizaje y servicio
En plena Cuaresma, los vicencianos están invitados a sumergirse en la “escuela de los pobres”, un concepto que trasciende la mera asistencia material para convertirse en un verdadero camino de aprendizaje espiritual y humano. Esta “escuela” no se encuentra en los libros ni en las aulas, sino en las calles, en los hogares humildes, en los lugares donde la pobreza se manifiesta en todas sus formas. Es aquí donde estamos llamados a sentarnos, escuchar y aprender.
Aprender de los pobres significa reconocer en ellos la presencia viva de Cristo, que se identifica con los más pequeños y los que sufren. Este encuentro transforma la propia visión del mundo y la propia misión: ya no “damos” a los pobres, sino que recibimos de ellos lecciones de dignidad, esperanza, resiliencia y fe profunda. La Cuaresma se convierte así en un tiempo privilegiado para redescubrir el valor de la humildad, la escucha y la solidaridad, elementos esenciales del carisma vicenciano.
En este camino, estamos llamados a vivir una conversión que parte del corazón y se traduce en acciones concretas de justicia y caridad. La “escuela de los pobres” enseña que cada gesto de servicio, cada palabra de consuelo, cada acción de compartir es un paso hacia la realización del Reino de Dios aquí en la tierra. A través de este aprendizaje, nos convertimos en testigos de una esperanza que no defrauda, llevando luz a la oscuridad de la pobreza y la exclusión.
Vivir la Cuaresma en la “escuela de los pobres” invita, por tanto, a una reflexión profunda sobre el significado de ser discípulos de Cristo en el mundo de hoy. Es un compromiso que requiere valentía, creatividad y una fe arraigada en el amor transformador de Dios, un amor que se convierte en cercanía, escucha y compartir. En este espíritu, la Cuaresma se revela no sólo como un tiempo de preparación al misterio pascual, sino como una oportunidad para renovar la propia vocación al servicio de los más pequeños, siguiendo las huellas de San Vicente de Paúl y haciendo tangible el Evangelio en la vida cotidiana.
Acercarse a los pobres
En un momento de desafíos y oportunidades, la Cuaresma es un tiempo privilegiado para que los vicencianos redescubran el corazón de su carisma y renueven su compromiso con los más necesitados. A través de la oración, el ayuno, el servicio y la meditación de la Pasión de Cristo, es posible acercarse a la realidad de los pobres con un corazón más abierto y misericordioso, dando testimonio del Evangelio con autenticidad y valentía. De este modo, la Cuaresma se convierte en un camino de conversión personal y comunitaria, una oportunidad para crecer en el amor y el servicio, siguiendo las huellas de San Vicente de Paúl en un mundo que necesita más que nunca testigos de la esperanza y la caridad cristianas.
Girolamo Grammatico
Congregación de la Misión
Gabinete de Comunicación
Fuente: cmglobal.org
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