“Alaben al Señor, todos los pueblos”

1 Jn 2, 12-17; Sal 95; Lc 2, 36-40.

El apóstol San Juan, en la primera lectura, nos habla a todos los que estamos en el camino de la madurez cristiana: “Hijitos… padres… jóvenes”. De cada grupo dice alguna característica: Los “hijitos” recibieron ya el perdón de los pecados y han conocido al Padre; los “padres” conocieron a Aquel que es desde el principio y cuentan con un conocimiento aún más profundo, y los “jóvenes” han vencido al maligno, son fuertes y la Palabra de Dios permanece en ellos.

Dios nos ama como todo padre amoroso y no quiere que sus hijos permanezcan como están, no quiere que vivamos en una infancia espiritual, quiere llevarnos a ser como su Hijo Jesucristo.

¿Cómo podría un hijito espiritual convertirse en un joven espiritual? ¿Cómo podría un joven espiritual convertirse en un padre espiritual? Haciendo permanecer en nosotros la Palabra de Dios, que es imprescindible para lograr una madurez espiritual, es el secreto del crecimiento. La Palabra es viva y eficaz y por medio del poder del Espíritu Santo entra en nuestra conciencia, se apodera de nuestra voluntad y hace madurar los pensamientos y actitudes del corazón.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Grupo de fieles laicos de la Rectoría La Sagrada Familia, Chihuahua, México.

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