“Mi corazón se alegra en Dios, mi salvador”

1 Sam 1, 24-28; 1 Sam 2; Lc 1, 46-56 .

La respuesta de María a la acción amorosa de Dios es alabar y agradecer. Ella es la humilde sierva que reconoce el favor de Dios, su Señor, a pesar de que ella es la Madre del Salvador. Este es el Dios de bendición, el Dios del retorno que levanta a los humildes y rebaja a los poderosos de sus tronos. El Magníficat es la declaración de la misión de María como sierva de Dios.

María nos ofrece un modelo de oración, enraizado en el pasado, pero abierto al futuro. La oración nos invita a reconocer y ponderar los dones que hemos recibido, para que podamos agradecerlos a Dios. La fe es el corazón de toda la historia de María; ella es la gran creyente; ella sabe –y así lo dice– que en la historia pesa la violencia de los prepotentes, el orgullo de los ricos, la arrogancia de los soberbios; sin embargo, María cree y proclama que Dios no deja solos a sus hijos humildes y pobres, sino que los socorre con misericordia, derribando a los poderosos de sus tronos, dispersando a los orgullosos en las tramas de sus corazones. Y esta es la fe de nuestra Madre. ¡La Fe de María! (Papa Francisco 2019).

¿Qué nos impide descubrir y vivir la alegría de la presencia de Dios en nuestra vida?

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Grupo de fieles laicos de la Rectoría La Sagrada Familia, Chihuahua, México.

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