Siempre me ha gustado la música country. Uno de los efectos especiales que utilizan sus cantantes es lo que podría llamarse eco. En este caso, el artista principal canta la melodía con tonos claros y fuertes. Pero luego otra voz, ya sea de otro cantante o una superposición electrónica de la voz del cantante, hace eco de la canción. No es tan nítida y plena como la melodía, pero realza y enriquece el tema principal.
Pienso en esto en relación con aquellos siervos del capítulo 12 de Lucas que esperan ansiosamente la voz del Maestro. Todas las prácticas y disciplinas a las que se han sometido les han permitido sintonizar mejor con la longitud de onda del Maestro, de modo que, cuando llegue, puedan hacerse eco de su sonido, puedan reproducir aunque sea un poco el timbre de su hablar y de su ser.
Aunque sea un tanto exagerado, ¿podemos imaginar toda la oración, la escucha y el servicio que hemos hecho como un proceso de sintonización con los sonidos de Dios, de captar algo de esas melodías que el Espíritu canta?
¿Y podemos ver los días y meses venideros como un campo de oportunidades para emitir algo de esos ecos llenos del Espíritu con nuestras vidas? ¿Podemos recordar los días de oración y los retiros como una sintonización (y afinación), un aumento de nuestra sensibilidad a los sonidos de Dios que nos llegan? ¿Y podemos vernos a nosotros mismos en el próximo año como trabajando para hacernos eco de los diferentes tonos de la presencia divina, como haciendo sonar el mensaje del Evangelio?
Pienso en todas las generaciones de la Familia Vicenciana, especialmente Luisa y Vicente e Isabel Ana, así como en las diferentes heroínas y héroes que hemos encontrado personalmente, como este tipo de re-sonidos, como reiteraciones, en diferentes claves, de la Buena Nueva del Señor a los pobres.
0 comentarios