“Esa pobre viuda ha echado más que nadie”
Tb. 12, 1-5; Mc 12, 38-44.
La Palabra de hoy nos presenta a una mujer que se encontraba en la miseria total: pobre, viuda, ya anciana y seguro con los achaques de la vejez. Sin embargo, encontramos en ella un verdadero testimonio de generosidad y absoluta confianza en Dios, una religiosidad autentica, fruto de una fe viva y madura. ¡Qué gran ejemplo para nosotros!, un bello testimonio de desprendimiento. Nos encontramos en un tiempo de muchos apegos a las cosas materiales, creando necesidades que nos dan poco, pero nos quitan la libertad y la auténtica felicidad y nos distraen de lo verdaderamente esencial en la vida. Dice un dicho: “Nadie es tan pobre que no pueda dar, ni nadie es tan rico que no pueda recibir”. Por eso el Evangelio de hoy nos enseña a confiar en la Providencia de Dios, que nunca nos desampara ni abandona.
San Vicente de Paúl decía “Dios ama a los pobres y, por consiguiente, ama a quienes aman a los pobres; pues, cuando se ama mucho a una persona, se siente también afecto a sus amigos y servidores”.
Convendría preguntarnos: ¿Qué le estamos dando a Dios, a nuestra familia, a los pobres? ¿Migajas que nos sobran?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. César Cruz Gálvez C.M., formador en el Seminario Vicentino de Lagos de Moreno, Jal., México.
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