“Nadie podrá quitarles su alegría”
Hech 18, 9-18; Sal 46; Jn 16, 20-23.
Continuando con el evangelio de ayer, Jesús previene a los discípulos de que se entristecerán ante los acontecimientos dolorosos que le esperan, pero luego se alegrarán con su resurrección. Les cuenta la parábola de la mujer que va a dar a luz: Al igual que ella soporta los dolores de parto, una persona soportará una situación de sufrimiento porque sabe que, después, llegará la alegría perfecta.
Así los apóstoles experimentarán una alegría inmensa cuando vuelvan a ver vivo otra vez a su amado Maestro. La resurrección de Jesús es la fuente de nuestra verdadera alegría y es el fundamento de nuestra fe, la esperanza de que nosotros seremos resucitados también para vivir una eternidad dichosa a su lado, junto con su Padre. Ya no habrá dudas ni angustias: “Aquel día no me preguntarán nada”.
“Nadie les quitará su alegría”, es la promesa de Jesús para los que viven en comunión con él y viven su Evangelio. Podrán pasar por muchas pruebas, incluso fuertes, y por muchas penalidades, pero nada ni nadie les quitará la alegría de ser discípulos fieles de Jesucristo.
¿Agradezco a Dios los momentos de alegría o sólo acudo a él en los momentos de tristeza?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Luz María Ramírez González, Sociedad de San Vicente de Paúl, León, Gto., México.
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