“Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él”
Ez 37, 21-28; Jer 31; Jn 11, 45-56.
El amor hacia Jesucristo llega a través del conocimiento que tengamos de su persona, y el conocimiento del Señor no es algo meramente teórico sino experiencial. La experiencia de Cristo comienza en el reconocimiento de todo lo que él ha hecho por nosotros. Jesucristo nos amó y se entregó por nosotros en la cruz; él nos amó primero y ahora es nuestro turno de corresponder a su amor.
La experiencia del encuentro con Cristo se alcanza, fundamentalmente, en la oración, en la Eucaristía y en la cruz de cada día, cuando tenemos la humildad para acercarnos a él y pedirle su ayuda.
Jesucristo, Rey y Señor de mi alma, dame la gracia de conocerte cada día más para poder amarte con mayor sinceridad. Te entrego mi corazón, muchas veces lleno de soberbia y egoísmo, para que lo modeles según tu voluntad. Señor, la soberbia y el egoísmo son actitudes contrarias al amor, pues tú mismo me has enseñado que el amor es donación y entrega. Enséñame, pues a amarte como tú me has amado.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Laica colaboradora de la Parroquia Medalla Milagrosa de Narvarte, ciudad de México
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