«Se compadeció porque eran como ovejas sin pastor».
Heb 13, 15-17.20-21; Sal 22; Mc 6, 30-34.
Los Apóstoles están regresando de su primera misión evangelizadora. El trabajo ha resultado agotador: predicar, hablar con tanta gente, curaciones, consejos, consultas, quejas… mucho que hacer, no queda tiempo ni para comer. Jesús quiere darse y darles a sus discípulos un respiro, en la tranquilidad de un paraje fresco, seguramente bien conocido por ellos. Imposible. La multitud adivinó su “intento de escapar” y se les adelantó.
Al llegar al paraje y ver a tanta gente Jesús se conmovió. Me gusta esta reacción; no hay disgusto, ni frustración, ni regaños. Esto hubiera pasado si Jesús pensara en sí mismo: “me han arruinado mis planes; ¡qué ingratos, no me dejan ni comer, pobre de mí!
Pero Jesús piensa más bien en ellos: ¡Cuánta es su necesidad, su indigencia! ¡Cuánta su desesperación y su deseo de respuestas para su vida! ¡Cuánta su confianza en mí! Y los llama, y se sienta a hablar con todos, con paciencia, con cariño.
En mi vida puedo caminar mediante uno de estos dos sistemas: pensar solo en mí, o pensar en los otros y ponerme en su lugar. Mi respuesta será muy diferente, dependiendo de en qué lugar me coloco.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón, CM
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