Que nuestro fulgor ilumine cualquier lugar

por | Dic 14, 2022 | Confraternidades, Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Cada momento de la vida merece un motivo de alegría, aun en medio de la desesperanza incluso hay un poco de ilusión y muy en el interior siempre nos encontramos con la certeza de que hay un rayito de esperanza brillando en cada oportunidad vivida, muchas veces puede más la tristeza porque ella pesa más que todo, más en los momentos de angustia, incluso como humanos y seguidores de un Cristo viviente y sufriente a diario vemos la tormenta,  aunque en  muy pocas oportunidades sentimos empatía por la ilusión que provoca la paz, cada día de la cuenta regresiva de fin de año es una muy buena oportunidad para sentarnos en un lugar bello, donde los rayitos del sol de cada tarde nos ilumine el camino, como los destellos de luz de las antorchas en los muros de los pasillos del convento y de la capilla de aquella calle Bac, como nos narran que sucedió en una noche fría de París en que María Inmaculada esperaba a Catalina sentada en una silla, yo quisiera que todos sintiéramos lo mismo que ella y aunque sea por un instante nuestro frio cuerpo se despabile por el calor de la voz de aquel niño que le dijo “la Virgen te espera” y la condujo de la mano por aquellos pasillos que se iban iluminando, para luego encontrarse con ese anhelado primor.

Este año de sobrevivencia cada uno de nosotros hemos resurgido como destellos, sin darnos cuenta cada individuo hemos sido iluminados y aunque yo sienta frio, mi compromiso a sido compartir lo único que me queda, aquel calor  como el de la euforia del mundial del futbol que ha hecho volver a la vida con tan solo ver a las estrellas de su preferencia brillar en los grandes equipos a muchos de nosotros, así ha sido la ilusión por conocer al ganador de la copa, y aunque todas las estrellas brillen en esa cancha, no todas han  difuminado su luz de igual manera, todos han palpado su fulgor con apariencias, sin embargo no todos se pusieron a pensar cuantas personas les valió la vida en Qatar para que tu y yo nos sintiéramos con el gozo y felicidad de sentirnos victoriosos, nuevamente que la gloria y la luz brillare por todos  los jornaleros Cataríes fallecidos, que nuestro eufórico reconocimiento sea como un verdadero Vicentino, silencioso y humilde, y que a la vez seamos el ángel que anuncia ¡Gloriaaaa! a sus familias.

Una tarde atípica y fría de noviembre de esos de la novena de la inmaculada, me encontraba sentado en una banca sencilla de esas que reciben los rayos tibios del sol de la tarde, en un silencio total en la Capellanía de El Calvario de la ciudad de San Juan Bautista de Amatitlán, Guatemala y por mi mente se vinieron aquellos recuerdos de niñez, cuando con los compañeros acólitos Santo Domingo Sabio y algunos otros como yo que no era acólito pero asistía a una agrupación vicentina de la cual no recuerdo el nombre en la Casa Cristo Rey de las Hijas de la Caridad contiguo a esta capilla, los fines de semana luego de nuestra reunión, la cita era luego en el patio de secado de ropería del centenario Hospital San Juan de Dios de Amatitlán,  en donde las gentiles hermanas de la caridad nos concedían un permiso especial para jugar en aquella llanura, una emotiva “chamusca” como decimos en Guatemala a los partidos de futbol tradicionales o de calle, y mientras se daba el compartir aunque yo solo corriera detrás del balón de plástico, porque nunca me gustó ese deporte y por lo tanto nunca aprendí las técnicas pero si el compartir, recuerdo que el final de la contienda era favorecido por la premiación que consistía en un pan recién salido  de la panadería del hospital y un vaso de leche caliente, al finalizar había que llevar a los pacientes ambulatorios de las diferentes salas a dar un paseo por los bellos jardines y pasillos del mismo hospital, no recuerdo nunca haber dicho que no, quisiera que mi mente pueda conservarse lucida por mucho más tiempo y conservar ese recuerdo de aquella euforia sin saber que 25 años más tarde, no existiera más, ni la misma gente ni la panadería, pero sigue existiendo el lugar y la invitación, aquella felicidad ahora es vedada por un visita con mascarilla, un permiso con protocolos sanitarios pero estoy seguro que siempre va estar ese calor humano de algún ángel que nos invite a compartir esa luz que seguimos irradiandiando desde nuestro interior, tenemos que ser ese personaje que se luce ataviado como un guardameta en una cancha, O como un personaje de esos que adornan embellecidamente los decorados de la humilde capilla del altar mayor de la Capellanía de El Calvario, o como los que acompañan con engalados vestidos relucientes los adornos de las andas procesionales del día clásico de “Concepción” en mi país y ciudad, quisiera invitarlos a que seamos la luz de los faroles que iluminan las andas durante el recorrido nocturno de los cortejos procesionales, que las luces de las velas se comparta luego en cada posadas navideña, quiero que no se acabe el recuerdo de las tardes de hospital haciendo resonar en los pasillos del hospital el sonido de la caparazón de las tortugas diciendo TUC TUC TI CU TU, TUC TUC TI CU TU  y los chinchines de las posadas, tomémonos un tiempo para llegar a los lugares donde nadie llega, donde no hay tumulto, porque estoy seguro que allí NOS ESPERAN, nadie está pensando en celebrar la novena y el rosario en otro lugar que no sea la iglesia o en la comodidad de nuestra casa.

El reto de mis recuerdos para este año, es tener un pequeño detalle donde a ustedes y a mí nos recuerden no por lo que nos vean hacer, sino porque sentamos un precedente inculcando a todo aquel que está cerca nuestro que vaya y anuncie, que exteriorice su calor interior con una acción voluntaria pero algo que sea emotivo, pareciera ser que en los basureros, en los mercados clandestinos, en las periferias, en la cárcel, en los cuarteles de bomberos o policía, todo está bien, que los vecinos no conocen el espíritu que a algunos de nosotros nos inquieta o que todos los habitantes marginados de nuestros países no tienen derecho a conocer del amor de Dios, solo porque no tenemos el entusiasmo de congregar o que quizá porque pensamos que no somos monedita de oro para caerle bien a las demás personas, y por eso no compartimos.

Que todo el mundo se convierta en un farol navideño que por donde éste ubicado irradie luz, que haga generar calor a los cuerpos inertes, que cada farol haga recordar que hay un ser muy especial que nos espera en cualquier lado y momento, y ese recuerdo sigue palpable hoy en día, un recuerdo que vemos en todas las escenas de su paso por este mundo y que tuvo la compañía de una gran mujer y el apoyo de muchos seres invisibles que irradiaron luz.

Si por alguna razón nos sentimos devastados y sin nada para ofrecer, analicemos si nosotros dejaremos un recuerdo a nuestro paso por esta vida; que nuestra felicitación de estas fiestas para conmemorar al festejado sea eso, un abrazo, un apretón de manos, unas palabras emotivas, la compañía, la escucha, y que tomemos la invitación del ángel como lo hizo Catalina Lauboure, vamos que JESUS nos espera, busquemos llevar a alguien de la mano para brillar juntos, mis sinceros deseos en estas fiestas y quiero brindar mi reconocimiento también a mis compañeros conferencistas de todo el mundo que junto conmigo irradian luz a toda costa,  a mi antigua  Conferencia Cristo Rey de Amatitlán y a mi equipo actual Conferencia Santa Luisa de Marillac en ciudad de Guatemala.

Mario Andrez Gutiérrez Hernández
Conferencia Santa Luisa de Marillac, SSVP
Ciudad de Guatemala

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