“He venido a traer fuego…”
Ef 3, 14-21; Sal 32; Lc 12, 49-53.
¿Podemos ser mejores personas, cristianos, hijos, padres, amigos, trabajadores, estudiantes?, ¿lo podríamos lograr sin un proceso de “fogueo”?
El fuego puede tener profundas y diferentes significaciones según el contexto. Jesús desea que el fuego que ha traído a la tierra ya esté ardiendo y que nosotros nos atrevamos a pasar por “experiencias de fuego”:
El fuego de la Pasión: Arder en el amor que se entrega a los demás y es capaz de dar la vida.
El fuego de la zarza: Vivir conscientes de lo sagrado y valioso que es cada encuentro con Dios y con el prójimo.
El fuego del Espíritu Santo: Pasar por el crisol que nos impulsa y nos da la fuerza de renovarnos.
Fuego de purificación: Quemar las impurezas, lo negativo, lo que destruye, lo que lastima y desune.
El fuego de la cruz: Encender un estado de guerra espiritual para trascender el sufrimiento y el dolor.
Hoy y cada día… dejémonos abrasar (con “s”) por Dios y atrevámonos a foguearnos (pasar por estas experiencias de fuego), para que las llamas del “amor” y de “dar vida” se enciendan y se mantengan ardiendo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Pedro Alejandro Salazar Aranda
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