Mi Cristo
Sin las noches y sin los truenos,
sin las manchas que entrega el miedo,
sin el desespero y sin dormirme;
así me tienes tú de pensarte,
de esperarte en la plegaria,
de soñarte que desciendes,
de compartirte y celebrarte.
Aquí tu Cuerpo mi Cristo,
aquí tu Sangre mi Señor.
Aquí me diste tu retorno
en un ara, en mi poquedad,
en el extremo y el sur,
en los valles del norte y periferia.
Aquí en el centro de tu amor cercano
me pusiste con otros
para hablar de tu rostro.
Rostro que no hay luz que envuelva,
sonrisa y milagro de una paz cotidiana.
Anchura preciosa que no cabe en el día,
aliento de navegantes,
huella y destino de los peregrinos.
Me hiciste buscarte y ya estabas en mí.
P. Pablo González Sandoval. C.M,
Chile.
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