“No han bailado”
1 Cor 12,31-13,13; Sal 32; Lc 7, 31-35.
El “matachín” es una danza tradicional que se realiza en la Sierra Taraumara y en otros lugares del norte de México. Es una danza sagrada que se ejecuta en un ambiente de respeto y solemnidad en la que, vestidos con coronas de colores y sonajas en las manos, dos filas de matachines danzan al ritmo de la guitarra y el violín, guiados por un Monarco y coordinados por un Camacho. Dedican sus pasos a Onorúame, el Dios que es Padre y Madre a la vez.
Los rarámuris tienen la responsabilidad de danzar para que la vida continúe sobre la tierra, para que el mundo no se acabe. ¿Cómo? Esta danza resalta la idea de armonía y solidaridad comunitaria. Las dos filas de danzantes se entrecruzan con frecuencia y tras danzar toda la noche, la velada remata con la comida colectiva (el tónare) y el tesgüino (bebida de maíz fermentado) compartido y ofrecido de unos a otros, es la paz y la confraternización.
La danza de los matachines es el son del evangelio, el son que Dios nos toca para que podamos compartirlo todo, en un ambiente de alegría y fraternidad.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Carlos Regino Villalobos E. C.M.
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