“Basta que tú lo digas”
1 Cor 3, 18-23; Sal 23; Lc 5, 1-11.
¡Qué cansados estaban los apóstoles! Jesús los encuentra lavando las redes, recogiendo sus utensilios, alzando las cosas, levantado todo; no porque hayan terminado con éxito, sino como quien decide cerrar el changarro para no abrirlo de nuevo.
A veces nos parece que la mejor opción es apagar las luces, cerrar las puertas, concluir una obra, despedir al personal, finiquitar las cuentas, entregarlo todo y desaparecer abandonándonos a la suerte del destino, despidiéndonos derrotados. Como quien prefiere recostarse en el ataúd de una buena vez. ¿Para qué esperar a que llegue la muerte?
¡Espera! Todavía queda un poco de fe, un rayo de esperanza, una ligera confianza en las palabras del Señor.
Es cuando Pedro dice: “Basta que tú lo digas y echaré las redes”. Entonces el milagro ocurre: los aún discípulos deben volver a sacar todo porque el Señor los ha bendecido abundantemente, todo parece volver a la vida, la esperanza se restablece y los incrédulos se avergüenzan por no haber confiado plenamente en el Señor, quien solo sabe decir: “No temas”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Carlos Regino Villalobos E. C.M.
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