Una de las imágenes más intrigantes de Jesús es la de la puerta, la entrada al Reino de su Padre. Por un lado, se refiere a la multitud que la atraviesa: gente del Norte, del Sur, del Este y del Oeste. Por otro lado, declara que ese camino es estrecho: no todos pasarán, especialmente los que proclaman su Palabra, pero no actúan en consecuencia.
En nuestra época, ¿qué tipo de actitudes y, sobre todo, de comportamientos pueden ayudar a abrir esa puerta? O al revés, ¿qué tipo de acciones pueden permitir que el Reino de Dios fluya más libremente a través de ella en nuestro mundo?
Una actividad especialmente relevante podría ser la de construir puentes. Y es que las divisiones entre bandos opuestos, hoy día, son mucho más pronunciadas. En una sociedad tan polarizada —izquierda/derecha, liberal/conservador, CNN/Fox News—, ¿qué podría hacer un discípulo de Jesús para suavizar estos enfrentamientos? Desde otro punto de vista, ¿cómo podríamos construir un espacio central en el que las partes enfrentadas pudieran empezar a dialogar entre sí?
Un buen ejemplo de ello lo dio hace dos siglos el laico francés Federico Ozanam, principal fundador de la Sociedad de San Vicente de Paúl. En su época, la brecha entre los ricos y los pobres era enorme, sobre todo en las ciudades. Ozanam se esforzó, de palabra y de obra, por lograr que unos y otros se comprendieran mejor. Los ricos y los indigentes no conocían casi nada del mundo de sus contrarios. ¿Su idea? Tender la mano a cada una de las partes y crear así un terreno intermedio en el que la comprensión mutua pudiera empezar a crecer. Con este tipo de actividades, su Sociedad de San Vicente de Paúl pretendía no sólo ayudar a los pobres, sino también acortar la distancia cultural entre ellos y los privilegiados.
Con esta estrategia de ayudar a los grupos opuestos a entenderse, estaba dando un paso muy práctico para lubricar las bisagras de esa puerta estrecha. Era un plan para conectar a los bandos, un enfoque de persona a persona destinado a construir la unidad y el aprecio mutuo. Era una forma muy concreta de desbloquear esa puerta para permitir que el Reino de Dios entrara más plenamente en ese tiempo y lugar.
En la sociedad polarizada de nuestro siglo, ¿cómo podríamos hacer algo similar? ¿De qué manera podría disminuir la tensión en estos enfrentamientos, posibilitar que los bandos opuestos se escuchen mutuamente de manera más comprensiva?
Jesús presenta esta puerta por la que todos debemos pasar. La entrada depende en gran parte de los pasos prácticos que demos para construir el tipo de unidad, acuerdo y cooperación que refleja el mundo de su Padre. ¿Cómo podría un discípulo ayudar a construir esos puentes? ¿Qué pasos podría dar para desatascar la comunicación entre las partes? ¿De qué manera imaginativa podría tomar las manos de cada uno y ser un canal a través del cual cada uno pueda escuchar las esperanzas y los temores del otro?
¿Polarización, campos ferozmente opuestos? Conformarse con este estado de cosas, y no hacer esfuerzos para ayudar a la gente a comunicarse por encima de sus divisiones, impide el Reino de Jesús. Permitir una comunicación más fluida y menos estridente a través de esas brechas, de cualquier manera posible, nos permitiría a todos pasar más fácilmente por esas entradas estrechas, pero siempre atractivas, al mundo de Dios.
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