“Dejen que los niños se acerquen a mí, pues de los que son como ellos es el Reino de los cielos”
Ez 18, 1-10. 30-32; Sal 50; Mt 19, 13-15.
Los niños, las mujeres, los pobres, los pecadores… Jesús se rodeó de toda esta gente “pequeña”, que valía poco en la sociedad de su tiempo. Esto le valió el desprecio y la enemistad de los dirigentes y los doctores de la ley.
En este día, el evangelio coloca a los niños como modelo de vida en el seguimiento de Jesús. ¿Qué tienen (o tenían) de especial los niños, para que los colocara a ese nivel de aprecio?
Hacernos como niños tiene que ver con hacer expresa nuestra confianza en el Padre; para un niño el papá es el garante de la vida y su protector. El papá provee lo necesario para vivir y le da seguridad el saberse acompañado. La palabra del padre ayuda a constituir la suya propia.
El niño hace a gran espacio en su vida para darle lugar al papá. Éste inspira sus grandes ideales y sueños sobre la vida que quiere vivir. Hacernos como niños comporta darle lugar a nuestro Padre del cielo en nuestros sueños y anhelos. Y, esencialmente, es verlo como protector, como sostén de la vida; garante de nuestra seguridad. Verlo como amigo cercano, jamás como enemigo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Hilario Sarabia Granados, diácono permanente
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