“Al Hijo del hombre lo entregarán en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día”
Ez 1, 2-5. 24-28; Sal 148; Mt 17, 22-27.
Jesús fue descubriendo que su predicación y su llamada a la conversión causaba posturas encontradas. En algunos significaba buena noticia, era el profeta que confirmaba que Dios seguía estando en medio de su pueblo. En otros, los más pudientes, causaba escándalo. De algún modo veían amenazado el sistema social, político y económico que a ellos les sostenía.
¿Qué elemento había en Jesús que desataba estas grandes tensiones? ¿Por qué no se conformó con pisar solamente el ámbito espiritual? ¿Será que lo más espiritual lleva siempre a lo más humano y por ello a la vida con toda su trama y sus tensiones?
En la palabra de Jesús y en sus acciones echa raíces la justicia al modo hebreo, que se refiere también a la compasión, a tomar posición en favor de los más débiles y desamparados.
Ha sido esta postura la que desató el malestar y odio de los jefes de los judíos y sumos sacerdotes, que lo llevará a vivir el drama de la cruz.
¿Tendremos nosotros alguna causa así de generosa por la que estemos dispuestos a entregar la vida?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Hilario Sarabia Granados, diácono permanente
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