Nuestro invitado es un misionero que tiene un privilegio único entre los miembros de la Congregación. El P. Toshio Sato, C.M. es el primer Vicenciano de herencia japonesa que ha hecho los votos y ha sido ordenado para la Pequeña Compañía. Miembro de la Provincia Oeste de los Estados Unidos, fue ordenado en junio de 2013. El P. Toshio nació y vivió en Japón antes de venir a los Estados Unidos para trabajar. Su paso a la fe católica, vocación Vicenciana, y sacerdocio no es solamente algo interesante; es inspirador.
Describe tu vida en Japón, incluida la familia, la escuela, las actividades y deportes que tú has disfrutado. ¿En tu desarrollo has tenido algún entrenamiento o práctica religiosa significativa?
Desde que tenía cuatro años, siempre he intentado atraer la atención de mis padres. Al ordenarme sacerdote vicenciano en junio de 2013, ¡finalmente he podido culminar mis esfuerzos para lograrlo! Yo era muy activo en deportes cuando era joven, particularmente Kendo (esgrima japonesa) y balonvolea, durante cuatro años, hasta que terminé la escuela superior en la capital, en la prefectura de Fukushima.
Mi familia me dio una base para una vida de oración y de comunidad. Mi abuela se cercioraba de que sus cuatro nietos recitaran cantos budistas en nuestro altar ancestral cada mañana. Nunca olvidó esta sesión de cantos de la mañana hasta su no lejana muerte en 1991. Durante muchos años, viví en un entorno donde mis abuelos y padres eran muy activos en el Templo Budista del lugar. Con frecuencia ofrecíamos nuestra casa para reuniones comunitarias. Sin embargo, yo no estaba interesado en la religión: yo iba más bien a jugar con otros niños, o a practicar Kendo o Balonvolea. Quizás esta fue la forma de conseguir llamar la atención de los miembros de mi familia, de orientación religiosa, no siendo yo activo en su fe.
¿Qué te trajo a los Estados Unidos?
Durante mis estudios de economía, experimenté un gran vacío en mi corazón, mientras buscaba un sentido profundo a mi vida. Me llevó seis años en lugar de cuatro graduarme en la Universidad. No obstante, esto me proporcionó la oportunidad de venir a Chicago a trabajar en el Consulado General de Japón como un “canciller extra” especializado en protocolo y administración.
¿Cómo llegaste a interesarte en la fe católica?
Distinto del amor a primera vista, fue para mí un camino gradual y constante hacia la Iglesia Católica antes de que pudiese llamarla mi “hogar”. Comencé leyendo libros sobre la vida de los santos, en particular, Francisco de Asís, Teresa de Lisieux, Vicente de Paúl, Maximiliano Kolbe, y otros. Lo que estos santos dijeron e hicieron de sus vidas sació mi sed interior sobre el significado de la vida, llenando mi vacío más allá de placeres tangibles. Me dieron alegría y un sentido de estar iluminado; fue un sentimiento desbordante, como si hubiese encontrado una joya preciosa. Después de eso, a través de RCIA, fui a la Parroquia de San Vicente de Paúl, y recibí el bautismo en 2004.
¿Cuánto tiempo tardaste a partir de ese momento en interesarte por los vicencianos?
Comencé a pensar en unirme a los Vicencianos después de recibir el bautismo. Comencé sirviendo regularmente en la ventana del bocadillo en la parroquia de San Vicente de Paúl en Chicago. Me aconsejaron que sirviese un año como voluntario con dedicación plena en el Centro Médico de San Juan, en San Luis, viviendo con otros voluntarios jóvenes, cosa que hice desde 2004 a 2005.
Mi interés inicial en los Vicencianos comenzó cuando inicié mis estudios en la escuela de Servicio Público en la Universidad DePaul. Mediante el ejemplo del Director, los profesores y los sacerdotes Vicen- cianos de allí, encontré lo que había estado buscando. Los Vicencianos que encontré, y que conocí más tarde en DePaul, manifestaron una serenidad interior, dedicación, y compromiso para servir a los marginados con alegría y paz mientras trabajaban en colaboración con el laicado. Esto era fascinante para mí, y ocurría al mismo tiempo que estaba descubriendo la fe católica.
¿Qué te llevó hasta San Vicente?
Bueno, pienso que al ver que San Vicente no había nacido en una familia noble, sino que fue un muchacho normal con una gran ambición de llegar a ser mejor, cautivó mi atención. Su itinerario de fe fue gradual, lleno de ejemplos de conversión permanente como nosotros. Usó sus dones, recibidos de Dios, para organizar y comunicarse con otros en beneficio de los pobres abandonados. Vicente mostró que sirviendo a otros en necesidad, con el amor de Cristo, somos evangelizados por ellos. San Vicente vivió una vida santa como un ser humano normal, con empeño y confianza absoluta en la providencia de Dios.
San Vicente cambio el curso de su vida de perseguir el éxito financiero y la fama a hacer la voluntad de Dios llevando la Buena Noticia a los marginados. Su corazón fue un corazón compasivo, abierto a las penas y sufrimientos olvidados de los materialmente y espiritualmente pobres. Su capacidad de relacionarse con las gentes en los estados sociales más diversos para servir a los marginados me asombra. San Vicente tenía una intuición aguda sobre la vida humana, y su carisma continúa compartiendo bondad entre todos nosotros en las distintas vocaciones de la Familia Vicenciana.
¿Cuál fue tu experiencia de formación en la Congregación?
Mi experiencia de formación en la Congregación de la Misión fue un “avance” continuo. Estuve en dos casas diferentes de formación; hice los estudios de filosofía en Chicago y mis estudios de teología en California. La Casa Perboyre en Chicago me ayudó a extender mi (zona de confort) al tener que aprender a vivir con mis hermanos CM como miembros de una familia, compartiendo muchas cosas, principalmente espacios. Después de vivir en Estados Unidos durante algunos años, me acostumbré a disfrutar mi espacio privado y las pertenencias como yo deseaba. Un año previo como un Pórtico de Voluntariado Vicen- ciano en San Luis antes de la formación me ayudó a aprender a vivir en comunidad. La casa de formación en Chicago era internacional y psicológicamente y emocionalmente retadora. Aprendí a compartir con otros.
Cuatro años en el seminario de San Juan, en Camarillo, California, me otorgó una formación muy distinta, con sus propias honduras y riquezas. Además de un currículo académico sólido, tuve el privilegio de relacionarme con seminaristas y sacerdotes diocesanos. Esto me ayudó en mi ministerio permanente como párroco o en cualquier otra actividad que eligiese para ayudar a mis hermanos sacerdotes diocesanos.
Un reto que afronté como seminarista Vicenciano que estudiaba en un seminario diocesano era que tenía que recordarme a mí mismo de forma refleja mi identidad como “seminarista Vicenciano”. Esto se realizó durante el tiempo vivido con otros cohermanos, compartiendo nuestras fiestas Vicencianas entre nosotros, y nuestros propios encuentros Vicencianos y programas de formación, además del programa diocesano de formación sacerdotal.
¿Qué experiencia pastoral te ayudó a crecer en tu compromiso con tu vocación vicenciana?
Algunas experiencias pastorales durante el periodo de mi formación me prepararon para abrir mi corazón a todas las personas Esto incluye experiencias de servicio en distintas parroquias diocesanas y de la CM, tales como San Josafat en Chicago, y varias temporadas por las provincias como Santa Ana en Arkansas, San Vicente de Paúl en Perryvi- lle, Missouri, Sagrado Corazón en Patterson, y Nuestra Señora de Guadalupe en Santa Bárbara, ambas de las cuales están en California.
También ejercí el ministerio entre los encarcelados en la Cárcel del Condado de Santa Bárbara; ministerio hospitalario en el Centro Médico de San Vicente en Los Ángeles, donde muchos pacientes coreanos y japoneses me hablaban en japonés; un internado pastoral en la Iglesia Católica Santísima Trinidad en Dallas, Texas, y trabajando como seminarista y como diácono en la Iglesia Católica San Vicente en Los Ángeles. También visité nuestro seminario y parroquia en Kenia, África.
Estas experiencias ministeriales distintas me permitieron estar en contacto con distintos rostros de la única Iglesia. Visitando y trabajando en esos lugares crecí en un gran convencimiento de que muchos de nuestros cohermanos y laicos están llenos del espíritu de San Vicente. Su ejemplo y testimonio reafirmaban mi deseo de contribuir en beneficio de los pobres y los que están marginados.
¿Dónde estas ubicado en la actualidad? ¿Cómo te ayudan a crecer en tu sacerdocio y en la identidad vicenciana?
Actualmente trabajo como Vicario parroquial en la Iglesia Católica de la Santísima Trinidad, fundada por los cohermanos de mi provincia, y regentada constantemente desde 1907. Tenemos una escuela parroquial conocida con orgullo como la escuela católica más antigua en Dallas, que ha permanecido abierta durante 100 años. Admitimos un grupo de fieles muy diverso de la región más amplia de Dallas. Para mí es un privilegio y un gran honor ejercer el ministerio con las personas de la Diócesis de Dallas, juntamente con nuestro párroco y cohermano P. Don Ours, C.M. Mi tiempo está ocupado en distintos servicios pastorales, que incluyen las visitas a los enfermos en hospitales y en sus casas, acompañamiento, confesiones, visitas a la escuela, y RCIA. Recientemente he comenzado a presidir algunas misas y bautizos en castellano, con gran alegría.
Crecer como sacerdote y como Vicenciano son cosas que van juntas. No importa qué ministerio ejerza, soy consciente de mi identidad como “sacerdote Vicenciano” en lo que hago y en lo que digo. Eso es lo que soy. Como soy un “Vicenciano Japonés” ordenado hace menos de un año, a veces encuentro el reto de crecer como “un Sacerdote Vicen- ciano” en el contexto de los Estados Unidos donde respetamos mutuamente tanto el espacio y la perspectiva de cada uno. Sí, nuestra vida comunitaria existe para apoyar nuestros ministerios apostólicos. Sin embargo, podemos ser ciegos y caer en una trampa si ponemos demasiado énfasis en la realización de un destino individual, en lugar de servir juntos en una misión. Sirviendo juntos, tenemos un impacto mucho más fuerte en nuestra misión.
Con más de cien años de servicio Vicenciano evangelizando la población de Dallas, estoy muy obligado a recordar con gratitud la dedicación y el compromiso de mis antecesores. Así que, estoy profundamente agradecido por mi ministerio actual en la Iglesia de la Santísima Trinidad en Dallas.
La Iglesia está promoviendo la “Nueva Evangelización” para llegar a los católicos inactivos y apáticos. ¿Cómo piensas que debería utilizarse esto con los jóvenes de tu generación?
La Iglesia Católica de la Santísima Trinidad recibe, “Más allá del Domingo», el mayor grupo de jóvenes católicos adultos en Dallas. Mi observación es que hay jóvenes profesionales que se esfuerzan por establecer su lugar en nuestra sociedad, orientada a la competitividad y al negocio. Les veo buscando “conexiones” en sus relaciones a múltiples niveles. Naturalmente, pertenecen a muchas organizaciones, permaneciendo muy ocupados, y se unen a muchos grupos “de medios sociales”, con frecuencia sin haber tenido verdaderamente un sentido de pertenencia. Comprometerse con una organización resulta una tarea tan desafiante porque desean que su libertad “gire” en torno. Esto se aplica a sus relaciones con la religión, la fe, y la Iglesia local, ayudados por la tecnología y las innovaciones móviles en las comunicaciones. Muchos encuentran los programas y los servicios de oración que quieren en varias parroquias y participan en ellos como si disfrutaran una comida de bufet. Les atrae como “todo lo que puedes comer”, pero tienen un tiempo difícil para encontrar un alimento “espiritual” refinado que sacie su sed mediante su participación activa.
La Nueva Evangelización comienza primero, creo yo, dentro de nosotros. Al menos que estemos vigorizados, no importa los recursos que utilicemos, no se convencerán. Si nos sentamos cómodamente mirando atrás sobre nuestra historia, sin implicarnos activamente en acontecimientos o tendencias actuales, entonces nadie puede relacionar en nuestra vida la fe con su vida diaria. Vivimos en un momento tan emocionante de revitalización de nuestra fe católica, especialmente donde está retada culturalmente, como nunca anteriormente. Cómo relacionamos nuestra alegría y gratitud de esta fe preciosa del Misterio Pascual dependerá de cómo vivimos juntos como testigos de una comunidad vital de fe para extender la Buena Noticia a los marginados, con coraje cristiano y esperanza, como nuestra misión más importante.
La joven generación busca relaciones humanas verdaderas y auténticas. Aunque la tecnología y los medios sociales sean un medio, no un fin, podemos usarlos para cultivar relaciones cara a cara y capacitar a los materialmente ricos, pero emocionalmente solos y espiritualmente aislados. Autenticidad y relación genuina son conceptos clave, creo yo, para revitalizar nuestra fe. Podemos modelarlos viviendo nuestra vida comunitaria Vicenciana rica espiritualmente.
¿Has pensado alguna vez cómo podría ser trabajar como Vicenciano en tu país natal, Japón? ¡Como sabes, los cohermanos de Filipinas tienen una misión en Cobe City!
Sí, lo he pensado, especialmente cuando el terremoto y el tsunami golpearon cerca de mi ciudad natal hace tres años “tres-onces” (11 de marzo) de 2011. Por suerte, mi familia estaba bien, encontrándose a 50 millas de la preocupante central nuclear. Las Hijas de la Caridad siempre me inspiraron un vivo carisma Vicenciano, inclusive las que encontré en los Estados Unidos, Colombia, Brasil, Kenia y Japón. Las Hijas de la Caridad japonesas son mis heroínas en servir a los pobres y abandonados en un país supuestamente rico donde los ancianos mueren solos de hambre, y los jóvenes se suicidan porque no pueden encontrar esperanza en su futuro. Como un convertido adulto a la fe católica en los Estados Unidos, mi lengua litúrgica era principalmente el inglés, a medida que avanzaba en mi formación religiosa en los Estados Unidos. Para mí, por consiguiente, celebrar en japonés y hablar sobre mi fe católica en japonés, es algo que necesito para continuar aprendiendo el vocabulario y hacerlo así, puesto que nunca lo hice cuando me hacía adulto. Además de este reto, por supuesto, Japón es el país donde yo nací. Toda mi familia y mis parientes viven allí. Depende de la providencia de Dios y la necesidad de nuestra Iglesia universal y de la Congregación de la Misión a la que humildemente me someto.
¿Qué consejo darías a una persona joven que busca un sentido a la vida?
Me gustaría retomar el concepto de la belleza de realizar una relación de compromiso con Dios, uno con otro, y con uno mismo. Como un sacerdote Vicenciano recientemente ordenado, con frecuencia me encuentro tornando y acentuando este tema una y otra vez en mi ministerio. Una vida cristiana significativa con integridad y dignidad como una persona humana a imagen de Dios, yo creo, puede lograrse mediante nuestro compromiso y disciplina intencional para imitar el amor sacrificado de Jesucristo. No hay lugar para la gracia barata en nuestra fe. Cada uno de nosotros ha sido creado a imagen de nuestro más amado y misericordioso Dios. Si no hubiese un compromiso sacrificado no habría imitación de la crucifixión. Proezas filosóficas jamás pueden penetrar en el Misterio Pascual de Jesucristo, al menos que vivamos auténticamente nuestro sacrificio gozoso por otros y compartamos Su amor, basado en nuestro encuentro diario con Cristo que nos invita a encontrarle en los marginados.
Yo les diría que está bien sentirse perdido a veces. Simplemente sé honesto y llega hasta los otros. Las relaciones genuinas llegan cuando abrimos nuestro corazón. El verdadero significado de la vida resplandece a través de las nubes de los acontecimientos de la vida, en la medida en que aceptamos la tarea de comprometer nuestras relaciones con Dios y entre nosotros como Jesús hizo por nosotros en la cruz.
John T. Maher, C.M.
Traducido del inglés por Félix Álvarez Sagredo, C.M.
Fuente: Vincentiana, año 2014
Felicito a Nuestro hermano japonés, ésto es una prueba más de que la semilla de San Vicente aún hoy esta dando frutos.
Tenemos la obligación de darle mas publicidad a nuestras misiones para los que se enteren, entren a participar con nosotros.