“Lleno de alegría, va y vende todas sus posesiones para comprar aquel campo”
Jer 15, 10. 16-21; Sal 60; Mt 13, 44-46.
Jesús compara el Reino de los Cielos con un tesoro y una perla muy valiosa, dándonos a entender que el Reino es lo más valioso que hay y que frente a él todo lo que tengamos no tiene valor, por eso hay que venderlo todo, hay que sacrificar todo para conseguirlo. El Reino es lo absoluto, es lo perdurable, nunca terminará, es un don, un regalo de Dios, pero exige una respuesta.
¿Qué estás dispuesto a vender para conseguir el Reino? ¿Estás dispuesto a dejarte despojar de lo que tienes, de lo que te gusta, con tal de poseerlo? La vida no nos pide permiso, nos despoja, aunque no queramos, de muchas posibilidades, de fuerzas, de salud, de memoria. Pero, hay otro despojo voluntariamente ofrecido que nos ayuda a alcanzar el Reino prometido, es el que nos enseña Jesús. Él vivió despojándose: se despojó de su cielo y de su condición de Dios para hacerse hombre y compartir nuestras fragilidades y vino a vivir con nosotros para decirnos y demostrarnos que Dios nos ama. Estuvo dispuesto a todo, se despojó de su propia voluntad con tal de cumplir la voluntad del Padre, y dijo: “Yo doy mi vida, nadie me la quita”. ¿Estamos dispuestos a seguirlo por este camino?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silvia Bermea Ordóñez HC.
Muy buen comentario, es verdad, debo preguntarme frecuentemente de que pensamientos, actitudes o prejuicios debo despejarme.