“Que la palabra de ustedes sea sí sí; no, no”
Hech 11,21 -26; 13, 1 -3; Sal 97; Mt 5, 33-37.
Purante muchos siglos la palabra de un hombre o de una mujer era muy valiosa. Las personas vendían, se daban en casamiento, negociaban, y en todo lo que hacían estaba su palabra de por medio. Su palabra, era más valiosa que cualquier documento. Con solo comprometerse verbalmente a algo, con la sola palabra dada, era suficiente. Una persona que cumplía su palabra era considerada íntegra, recta.
En la actualidad existen culturas que son muy respetuosas de la palabra dada, sin embargo, en nuestro ambiente, ello se ha desvirtuado y la palabra con la que se establece un compromiso no es respetada.
Jesús quería que sus seguidores fueran gente de palabra. Si lo que dices es lo que haces, no hay necesidad de usar frases como: “prometo sobre la tumba de mi madre”, por ejemplo.
Felices son los puros de corazón (no aquellos que actúan como ángeles, sino aquellos cuya vida es transparente), porque verán a Dios. La práctica de jurar es condenada por Jesús porque quiere que nos mantengamos en la palabra dada, dándole valor y comprometiéndonos a cumplirla. Por eso es bueno pensar y reflexionar antes de hablar, para que nuestro hablar sea: Sí, sí; no, no.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Benjamín Romo Martín C.M.
0 comentarios