Renovar, renovarse e innovación

por | Jun 4, 2022 | Benito Martínez, Formación, Reflexiones | 0 comentarios

En la Familia Vicenciana la palabra renovación evoca la renovación de los votos que hacen las Hijas de la Caridad cada año para poder permanecer en la Compañía. En este sentido renovación es hacer otra vez, es hacer de nuevo los votos. Pero renovar tiene también el significado de hacer nuevo algo o a alguien, y en sentido reflexivo renovarse es hacerse nuevo, actualizarse.

Cuando una Hija de la Caridad renueva los votos cada año, se compromete a cumplirlos y a renovarse haciéndose cada día nueva y mejor. Quiere renovarse actualizando los tres instintos o impulsos vitales que completan la persona humana: el instinto de perdurar en el tiempo, el anhelo de vivir con holgura y el impulso de autoafirmar su personalidad. Decide no prolongar su existencia en los hijos, y hace voto de celibato, de no casarse y vivir la castidad perfecta como toda mujer soltera; decide vivir en pobre­za, y hace el voto peculiar de las Hijas de la Caridad que no las impide poseer, pero les prohíbe usar de sus bienes personales sin permiso; tiene, pero no puede; y decide no imponer su criterio y hace voto de obediencia. Así se vacía de su espíritu y se llena del espíritu de Jesús, transformándose en Jesucristo. Y si se transforma en Jesucristo, quiere decir que ese hombre o mujer le presta sus ojos a Jesús para que a través de ellos vea a los pobres que sufren. Los ojos con los que miraba a los leprosos, enfermos, pecadores y a su Madre son ahora los ojos de las Hijas de la Caridad, de los misioneros Paúles, de las Voluntarias de la AIC, de los afiliados a la SSVP.

Y si los ojos son la puerta del corazón, el Vicentino que se renueva, se los entrega a Jesús para que a través de sus ojos Jesucristo entregue su corazón a los necesitados. San Vicente decía que la compasión es el amor que nace del corazón hacia los que sufren. Y el Vicentino se lo entrega a Jesús. Por ello, guiado por el Espíritu de Jesús, se muestra cordial y compasivo, siempre dispuesto a perdonar, con las manos tendidas hacia el pobre que al coger su mano siente el calor y el afecto de un amigo, mientras que el Vicentino en el temblor del pobre siente que le pide ayuda. Los pobres, como los niños en las manos de sus padres, buscan seguridad en vuestras manos; y los ancianos se apoyarán en tus manos para dar seguridad a sus pies cansados. Pero de un modo muy especial la mano puede ser el transbordador del corazón para hacer una caricia y expresar el amor que poseemos.

El Vicentino se va renovando, se va haciendo nuevo en todo momento y le entrega sus manos a Jesús que, aquí en la tierra, solo tiene las manos de los hombres para sanar y multiplicar los panes. Aquellas manos que curaban y resucitaban son ahora las manos de los hombres. Pueden expresar enojo con los mercaderes en el templo y ternura con los pobres. Jesús toma las manos de los hombres para cambiar el mundo.

Mientras te vas renovando, no olvides que aquellas manos que tenía en Palestina fueron también heridas, perforadas, clavadas en una cruz, y, cuando lo bajaron de la cruz, también fueron bañadas con los besos y lágrimas de la Madre que había aceptado llevarlo en su seno.

Con todo, en el ámbito empresarial e industrial aparece la palabra innovación, apropiada para usarla también en el ámbito religioso y espiritual y aplicarla a la venida del Espíritu Santo a cada persona. La respuesta que da el hombre y la mujer a las inspiraciones del Espíritu Santo es la vida espiritual que se desarrolla en los seres humanos. Y es también la gran innovación que se nos presenta desde Pentecostés.

Al reflexionar sobre el entramado de la vida espiritual, vemos que es trinitaria y cada Persona de la Trinidad desempeña un papel en nuestra vida interior. Y surge el mismo interrogante de si es oportuno entre guerras y epidemias tratar teorías, cuando lo que se requiere es acción para el bienestar de los necesitados y la paz en Ucrania y en otros lugares. Y la respuesta es que acaso el mundo no va tan bien como debiera, porque ha olvidado la vida espiritual. Una vida espiritual que si es trinitaria, podemos compararla con un banco, propiedad de Dios Padre. En este banco el Hijo abre a cada hombre una cartilla con derecho a gozar de las gracias divinas que el cajero, el Espíritu Santo, distribuye a cada persona. Parecido a lo que expresaba san Pablo a los corintios: “Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común” (1Co 12, 4s). Es decir, el Espíritu Santo impide que seamos siervos inútiles, árboles que no dan fruto. Que el Espíritu Santo favorezca a los buenos y castigue a los malos, es una tendencia bastante común entre los cristianos, como se ha visto en esta pandemia reciente y se está viendo con la guerra en Ucrania. Pero los virus no los envía Dios como castigo por los pecados; es el resultado de las leyes de la naturaleza, y las atrocidades en Ucrania son producidas por la libertad de los hombres. Las obras buenas, ciertamente, hechas con amor, llevan cierta conveniencia de merecer, pero, ante todo, son un don gratuito del Espíritu Santo.

Benito Martínez., C.M.

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